Reseña: Vuelta encontrada, de J.B. Duizeide
Dos características parecerían irreconciliables en torno al corpus de un artista: la libertad absoluta de la escritura y la coherencia orgánica de su obra. A menos que esta última se encuentre ligada a la primera. Para un autor como J. B. –Juan Bautista– Duizeide (Mar del Plata, 1964), un conflicto así resulta casi inexistente dado que sus prioridades como autor –el mar y la lengua– se han concentrado en sus libros desde hace décadas. La tensión entre ambas corporiza no solo la razón de una escritura, sino acaso también la de una vida.
En Vuelta encontrada, su nueva novela, Duizeide echa mano una vez más de su personaje-emblema, el capitán Gonzaga, ahora en su ocaso como marino. Luego de un traspié que lo mantiene como rehén circunstancial –hasta que las autoridades portuarias acaben de establecer responsabilidades– en la cercada geografía de una pequeña ciudad balnearia, Gonzaga se deja asaltar por los recuerdos, como si la desgracia lo obligara a hacer cuentas para seguir adelante. Duizeide toma prestado para usufructo de su “héroe” –incluido el nombre real del barco: Desdémona– el episodio real de un buque mercante construido en Hamburgo que durante la década de 1960 encalló primero en las playas de Mar de Ajó y, poco después, naufragó definitivamente en Tierra del Fuego.
A partir de allí, el recorrido del libro es virtuosamente difuso, espiralado, más propio de la ensoñación –ese terreno en el que pasado y futuro suelen entrelazarse– que de la peripecia. No hay eslabonamiento aquí, ni rastros de cronología; incluso algunas de las “anécdotas” que se narran ni siquiera pertenecen al propio Gonzaga. Podría decirse que la novela se aparta del presente, a conciencia –es decir: presa del ánimo de su protagonista– para abandonarse a los mares de la memoria.
Anclaje imprescindible, el título remite a una maniobra marítima en la que dos embarcaciones navegan –cercanamente y con cierto peligro– en sentido opuesto. Es entonces desde ese prisma que Gonzaga revisa su vida: en los desfasajes, los riesgos y, a su vez, los límites que la realidad le impone a la imaginación. Vuelta encontrada se compone así de semblanzas, retazos, en cierto modo de la entrelínea de una vida. Y en ese devenir el lenguaje rodea los hechos, los emplaza, pero nunca los arrincona.
Desde su innegociable singularidad expresiva, Duizeide disemina en su última “novela” –toda etiqueta precisa en él encomillarse– las partes de un rompecabezas incompleto, poniendo en evidencia la insalvable tirantez entre lenguaje y experiencia. O más bien: reconociendo en dicho cauce, en esa distancia poblada de resquicios, la espesura, la omnipresencia del hecho poético.
Vuelta encontrada
Por J.B. Duizeide
Leteo
189 páginas, $ 5500