Reseña: Una vida en miniatura, de Mariana Sández
En el linaje de esos personajes entrañables que saben hacerse un lugar en el corazón de la lectura, La vida en miniatura, de Mariana Sández (Buenos Aires, 1973) encuentra en Dorothea Dodds la fortaleza de un mundo interior silencioso y tan poblado como una selva indómita, capaz de mostrar que no hay edad para el descubrimiento.
La historia empieza con un doble viaje; Dorothea vuela a Londres con sus padres para visitar a su familia. Tiene 59 años y está a punto de trabajar, por primera vez, fuera de los límites del control del gran artista Robert Dodds, su padre. Un folleto, la insistencia de la prima Mary Lebon y la inesperada necesidad de hacer, al fin, algo por ella misma la llevan a ofrecerse como cuidadora nómade de mascotas y casas. Aquí empieza el segundo viaje: mientras sus padres y la prima regresan a Buenos Aires, ella se dispone a recorrer los pueblitos ingleses.
Como toda primera vez, Dorothea siente el miedo y el vértigo de la libertad. La trama avanza en dos continentes y a dos voces; por un lado, ella narra lo que va encontrando en su camino a lo largo de varios pueblos, y al mismo tiempo, recuerda una historia muy particular de amor que mantuvo durante 14 años con Ricardo. La segunda narradora es Mary, la prima de la misma edad, sociable, extrovertida y carente de toda virtud específica. Quizá por eso funciona como contrapunto perfecto de la protagonista, de una sensibilidad artística que hace de su soledad un espacio lleno de vida.
En cada casa que cuida vive un encuentro singular. Se encarga de gatos, un loro, perros, conoce personas que la sacan de sus manías, de su rutina. Como ocurre, entre otras, en Liverpool, donde tiene que convivir con un cachorro de galgo y con Father Mackenzie. Sí, el personaje de la canción “Eleonor Rigby” de los Beatles. No solo las escenas juegan con la letra de la canción; también el personaje va a tener un peso importante en la vida de la protagonista.
Las metáforas y asociaciones hacen del lenguaje una suerte de casa, que a veces cobija, y otras agobia. En el tono y cierto humor sagaz se percibe la herencia de la tradición de la literatura inglesa. Dorothea lleva a pensar en la protagonista, del mismo nombre, de Middlemarch, el clásico de George Eliot, que también se adentra en la psicología de los personajes de un pueblo para hablar de la complejidad de vidas en apariencia sencillas.
En ese deambular de una casa a otra, de una vida a otra, Dorothea nunca deja de dibujar y pintar sus miniaturas botánicas. La pintura es su forma de habitar el mundo. Es una artista secreta, que no necesita la mirada de los otros para validarse, una heroína mínima capaz de aprender, cuando ya parecía imposible, otro modo de vivir.
Una vida en miniatura
Por Mariana Sández
Impedimenta
185 páginas, $ 23.200