Reseña: Una dama perdida, de Willa Cather
Ya no es un secreto que Willa Cather (Virginia, 1873; Nueva York, 1947) es una de las grandes autoras norteamericanas del siglo XX. Es cierto que estuvo olvidada durante varias décadas y todavía resulta difícil encontrar su obra traducida. Eso explica la expectativa que despierta la nueva traducción de Una dama perdida, novela que cumple cien años de su primera publicación y mantiene, así y todo, una inusitada actualidad al mostrar la libertad de espíritu de una mujer en medio de la caída de los ideales del Oeste Norteamericano.
No era fácil a principios de 1900 hacerse un lugar, pero la señora Forrester parece tenerlo todo a su favor: es joven, de una hermosura chispeante, sagaz y, además, tiene la fortuna de su marido, el Capitán, un ex ferroviario, ya mayor, que la adora y le permite moverse con soltura. Toda la región parece admirarla con cierto temor reverencial, tanto que su casa es célebre por su encanto. Al menos, mientras mantienen su riqueza.
Al igual que muchas de sus protagonistas, mujeres fuertes que se abren camino en un mundo hecho a la medida de los hombres poderosos que las rodean, Cather también consiguió armarse su lugar. Como hija de inmigrantes irlandeses, pasó su infancia en las praderas de Nebraska, entre inmigrantes checos y escandinavos. Algo de ese contraste, entre las tradiciones rígidas que la rodeaban y su espíritu libre, parece anidar en la esencia de muchas de sus historias. Una dama perdida no es la excepción, al contrario. La señora Forrester aparenta cumplir con todos los imperativos de su época, solo que muy pronto la narración muestra los pliegues en los que se esconde su posible derrumbe y, al mismo tiempo, la honda determinación para cumplir sus deseos. Mejor aún, no los muestra directamente, sino que los hace aparecer por sí mismos a través de la mirada cándida de un joven del pueblo que conoce a la señora Forrester, siendo apenas un chico, se enamora de ella y la narra sin darse cuenta de lo que en realidad está observando.
Ese juego que se establece entre el punto de vista ingenuo, la personalidad indómita de la protagonista y las costumbres obsoletas enlazan los hilos invisibles del mito de los llamados pioneros, y su contracara, el daño que dejaban a su paso sobre la mujer, la tierra, los menos fuertes, menos ricos, menos privilegiados.
En verdad, Cather alcanza en la novela las profundidades psicológicas de Henry James. Solo que lo hace con un pulso más veloz, menos introspectivo y más cercano a expresarse en los detalles mínimos que rodean a sus personajes. La sutileza, captada por la traducción, es uno de los rasgos centrales de Cather. Quizá por eso sus protagonistas resuenan en el presente: dejan a la vista la materia de los dilemas que dan forma, más allá de cualquier época, a la condición humana.
Una dama perdida
Por Willa Cather
Mardulce. Trad.: Maximiliano Tomas
160 páginas, $ 3200