Reseña: Una casa es un cuerpo, de Shruti Swamy
Publicado en 2020, el primer libro de Shruti Swamy reúne doce cuentos con varios elementos en común: familias y parejas deshechas y remendadas, distintas formas de la maternidad y, en un mismo ciclo, la esperanza y la muerte. Hija de inmigrantes indios en Estados Unidos y discípula de Peter Orner (autor al que se conoce en el país gracias a Chai Editora), la autora californiana asocia en sus relatos las tradiciones y ceremonias de la India (en “Placeres terrenales” interviene el propio dios Krishna como un joven carismático que asiste a fiestas y protagoniza noticias de la prensa sensacionalista) con escenas de la vida cotidiana en suelo estadounidense. Pese a que son culturas diferentes, en Una casa es un cuerpo parecen afines, sobre todo en sus puntos ciegos.
Swamy exige a los lectores cierta atención: en sus cuentos, las pausas pueden indicar un cambio drástico de circunstancias que apenas se habían insinuado como presagios o temores de los personajes. La vulnerabilidad y la difícil aceptación del dolor, que también recorren la colección de principio a fin, dan a las historias un espesor emocional similar al de una amenaza o un sueño. “La desgracia se acumulaba en torno a esta desafortunada muchacha. Yo no podía ver lo que se le venía, pero sí podía ver eso”, reflexiona una de las esposas de un rey que sigue una estrategia equivocada en “El asedio”, relato que recrea la leyenda hindú del Ramayana.
En la mayoría de los cuentos hay personajes en duelo y los muertos se pasean por casas y vecindarios de los seres queridos, como en “Mi hermano en la estación”, que reserva una vuelta de tuerca a lo Henry James. “Me di vuelta para verme reflejada en la ventana oscura –observa la narradora, una joven maestra–. Como un fantasma nacarado al otro lado del vidrio, mi reflejo me devolvía la mirada. Me pareció más viejo, de repente, de lo que recordaba. Tenía ojos grandes y amoratados, el cuello expuesto, las orejas desnudas. ¿Era la cara de una mala mujer?”. Un misterioso trasfondo ético, si la ética puede ser inestable, envuelve a las criaturas de Swamy.
Muchos relatos tienen como protagonistas y narradoras a personajes femeninos; muchas de ellas, a su vez, son madres o madres sustitutas y todas experimentan asombro por la tarea que les toca cumplir; incluso, se sienten disgustadas con sus madres por no haberles anticipado lo que les tocaría vivir.
“Los hijos hacían ruido, le habían dicho a la mujer, pero nadie le había contado nunca que el ruido que hacían los hijos sería intolerable”, se lee en el cuento que da nombre al libro, donde una mujer y su hija enferma deben abandonar la casa familiar porque las llamas de un incendio forestal se acercan rápidamente. “Una casa es un cuerpo, un cuerpo es una casa de almas”, reflexiona la madre mientras recoge fotografías porque “algún día la niña las querría”. Una casa es un cuerpo representa el auspicioso debut de una joven narradora que comenzó publicando sus cuentos en revistas, ganó dos veces el Premio O. Henry y el año pasado presentó su primera novela, The Archer.
Una casa es un cuerpo
Shruti Swamy
Edhasa.Trad.: Pablo Ingberg
208 págs. / $ 1495