Reseña: Un error de Ludueña, de Elvio E. Gandolfo
Vuelta al ruedo de un criminal en suspenso
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La literatura ha sido pródiga en ofrecer a lo largo de su extensa historia personajes que, por su densidad y su eximia hechura, han sabido traspasar los límites del libro para convivir en nuestra memoria, en nuestro pensamiento, en nuestro discurso. Existen también otros –laterales, roídos, afectos a la sombra– que rumian, antes que en el exterior, en la efervescente imaginación del autor. Y que le exigen, obsesivos, cierta reparación. Que se les permita volver al ruedo, a la página, para que, a su predestinado antojo, puedan terminar de contar su historia; una historia que, evidentemente, no ha sido contada por entero.
Tal el caso de Ludueña, el solitario criminal con aire de tanguero noir creado por el narrador, poeta y crítico Elvio E. Gandolfo (San Rafael, 1947) hace más de veinticinco años, y que circuló en formato cuento por antologías policiales para terminar en los relatos de Ferrocarriles argentinos (1994). Porque “Un error de Ludueña” fue, efectivamente primero un cuento. Y regresa ahora, con el aliento de la novela, puesto que Gandolfo tenía, evidentemente, alguna que otra cuenta que saldar con el personaje y, tal vez, consigo mismo.
Decidido a expandir al personaje, el autor retoma episodios y transiciones significativas en la vida de nuestro antihéroe que habían permanecido silenciadas, inexploradas en el cuento original, que Un error de Ludueña reproduce intacto como primer capítulo de esta novela. Conocemos ahora los prolegómenos de la iniciación de Ludueña en la organización criminal; su intenso vínculo amoroso con Dolores, una mujer norteña; sus visitas prostibularias y su necesidad de intercambiar fluidos, por un lado, y conversaciones, por otro; el hogar de su infancia y adolescencia, en un espacio que se vuelve físicamente asfixiante: la familia crece, no así la casa o el salario. El libro también propone en “Treinta y cinco segundos” –el último de los capítulos– aclarar los tantos respecto del destino de Ludueña, algo borroneado en las líneas finales del relato original.
La escritura de Gandolfo, punzante, nombra únicamente lo sustancial, desinteresada de todo barroquismo o floritura. De la misma manera, al ser el protagonista el centro exclusivo de la novela, la historia se ciñe a su perspectiva, a su personalidad, a sus necesidades. Que nuestro autor haya podido retomar el personaje de un cuento para expandirlo y explicitar su historia, su pasado, su mentalidad, denuncia, por lo menos, un principio: para Gandolfo un relato no se resume en un mero efecto final del mismo modo en que un personaje no se agota en una máscara vacía. En la ficción anidaría, así, en cualquiera de sus formas, el germen y el desarrollo de una vida; vida que, si bien puede recibir el tiro del final, renace una y otra vez en cada acto –milagroso– de lectura.
Un error de Ludueña
Por Elvio E. Gandolfo
Tusquets
136 páginas, $ 3200