Reseña: Un animal salvaje, de Joël Dicker
Como sucede en toda la obra del suizo Joël Dicker (Ginebra, 1985), Un animal salvaje se apoya en un argumento muy barroco en el que se cruzan unos pocos personajes, cuya personalidad se va entendiendo de a poco.
Esta vez, la novela depende del manejo del tiempo, marcado constantemente en los títulos del prólogo, el epílogo, los capítulos y cada una de las tres partes. La acción avanza hacia un hecho esencial, anunciado desde el comienzo: la primera parte cuenta los “Veinte días antes de su cumpleaños”; la segunda, los “Once días antes del hallazgo de Greg” y la tercera, “Los días anteriores al atraco”. Cada capítulo está dedicado a una jornada y las fechas anteriores aparecen tachadas en el título, en una presentación gráfica que funciona como la mecha de una bomba a punto de estallar. El narrador en tercera persona va desnudando los secretos de los personajes principales, y destruyendo la imagen que los lectores tienen de ellos. Todos mienten, todos tienen un pasado secreto.
El centro de la acción es un robo a una joyería, que se empieza a contar en el prólogo. Los antecedentes y consecuencias desenmascaran varias veces a los cuatro personajes principales: dos matrimonios vecinos en un paraje rural de Suiza. La novela es un divertimento cuya meta es la sorpresa. Dicker esconde sus cartas con cuidado y, cada vez que muestra una, aparece un rasgo inesperado de un personaje que los lectores creían conocer.
Un animal salvaje es un rompecabezas temporal en el que la historia del robo se cruza con flashbacks constantes (uno por capítulo) que presentan fragmentos de la vida anterior de Greg y Karine (el matrimonio de clase media) y de Arpad y Sophie (los ricos), sacudidos por la aparición de un intruso, “Fiera”, que funciona como catalizador. El narrador cuenta cronológicamente todo lo relacionado con el robo, pero las piezas del pasado de los personajes salen a la superficie en un orden que parece aleatorio pero está pensado para producir el mayor impacto posible.
Sobre esa red, Dicker aplica una serie de anticipaciones, otra vuelta de tuerca al suspenso: por ejemplo, cuando aclara que un acto aparentemente intrascendente “tendrá consecuencias”. Cada una de estas anticipaciones produce un pequeño estallido que aumenta la tensión y hasta cambia el sentido del título. Al principio, el “animal salvaje” parece ser “Fiera”, pero más adelante, ese sobrenombre se aplica a otro personaje, que, en un principio, los lectores definen no como predador sino como presa. Un animal salvaje es Dicker puro: un remolino de secretos; una maquinaria dedicada a sorprender no una sino muchas veces; un pasatiempo que complejiza una y otra vez el género del policial enigma que popularizó Agatha Christie.
Un animal salvaje
Por Joël Dicker
Alfaguara. Trad.: M.T. Gallego Urrutia
448 páginas, $ 36.999