Reseña: Un amor cualquiera, de Jane Smiley
La ruptura de una familia ideal, veinte años después
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La estadounidense Jane Smiley (Los Angeles, 1949) se consagró como autora con Heredarás la tierra (1991), ganadora del premio Pulitzer, una de esas novelas de los Estados Unidos profundos que, en verdad, encerraban una transposición: en ella se contaba en nueva clave la historia del Rey Lear shakespereano y la disputa sucesoria entre sus hijas y yernos. El paisaje de fondo era Iowa. El escenario prototípico: una granja. El rasgo novelístico: estaba narrada en primera persona por Ginny, la hija mayor.
Un amor cualquiera (el libro original inglés incluye una segunda nouvelle, “Good Will”, ausente de esta edición) vuelve a centrarse en las relaciones colapsadas. El relato está a cargo de Rachel Kinsella, una mujer de 52 años, madre de cinco hijos, que casualmente coincide con tres de ellos bajo el mismo techo en el vigésimo aniversario de su abrupta separación. Con Pat habían sido una familia idílica hasta que el affaire compulsivo y pasajero de ella con otro hombre llevó a que el marido la dejara, vendiera la casa y se llevara a los hijos. Las dos décadas transcurridas son un purgatorio para la mujer, que no reniega del deseo como factor desequilibrante.
En el encuentro en tiempo presente, Rachel confiesa a sus hijos la razón nunca contada de aquel quiebre fulminante y, como reflejo inesperado, recibe el eco de las experiencias filiales con el padre. La espiral de confesiones facilita también un cambio de perspectiva: qué significa la ausencia. Escueta como buena norteamericana, y clásica a la vez, Smiley es una narradora emocional profunda.
Un amor cualquiera
Por Jane Smiley
Sexto piso. Trad.: F. González López
136 páginas, $ 1300