Reseña: Tres piezas, de Graciela Montaldo y Sergio Chejfec
Un plano de uno o cuatro ambientes, según el caso, atiborrado de marcas con tinta negra, pisadas tal vez, con el sello de Guillermo Kuitca, ilustran las dos portadas de Tres piezas, un juego entre el minimalismo y la sobrecarga de un hormiguero. Puede manifestarse, en ese gesto y en el resto del volumen, una remisión al poema “Mantener las cosas juntas”, de Mark Strand: Cuando camino / parto el aire / y siempre / vuelve el aire / a ocupar los espacios / donde estuvo mi cuerpo”. Ante la muerte de su amigo Sergio Chejfec (1956-2022), el editor de Ninguna Orilla imaginó un libro homenaje con algunos de sus discípulos, pero finalmente optó por un proyecto aún más íntimo con Graciela Montaldo (La Plata, 1959) esposa del autor de Mis dos mundos.
La primera pieza envía a una habitación donde Montaldo decide catalogar cuarenta y tres cajas de libros de su esposo, una porción de las tres bibliotecas nómadas que compartían. La semblanza opera como un cuarto intermedio, al recordar de qué manera se fueron consolidando esas colecciones, en medio de una Buenos Aires que hoy parece ajena, y sus mudanzas, primero a Venezuela y después a Nueva York. “Todo se volvía descubrimiento. Era la nueva vida de los libros. O una nueva relación mía con ellos, a solas”, escribe Montaldo, mientras intenta facilitar su trabajo con internet, aunque para la red algunos libros parecen no existir. Con ecos que remiten a Walter Benjamin, precursor en el arte emocional de desembalar la biblioteca –y sus continuadores, como Roberto Calasso–, el relato aúna bibliofilia y duelo, una hermandad fundida en el cobijo y en un estado de suspensión.
“Hacia otro lado”, el segundo texto, funciona como un diario de un viaje extensivo que tuvieron ambos desde Nueva York hasta California. La mirada de Chejfec, a través de 26 estados, es la de un caminante, en estado de alerta, curiosidad y gracia. Puentes, tabernas, museos mínimos –como uno del alambre–, viajeros eclécticos, referencias argentinas atípicas. También el diseño de las patentes, que atestigua que cada estado tiene su código y su estirpe. Y un camino que interseca con la ruta “desolación”: “Es esa tristeza sin redención […] sordidez y abandono al borde de la brutalidad sin nombre, la que induce toda esa visión poética vinculada con los road trips”.
En el final, el registro se traslada a un viaje a Kochin (India) donde Chejfec es convocado a una bienal de artes visuales a propósito de su novela Baroni, para desarrollar una instalación que transcribía su novela en distintos muros de la ciudad. Algo de lo material y lo espiritual, reflexiona, se funde en su travesía, y es una conversación que también justifica el libro en su conjunto: la pregunta por el espacio, de qué somos parte, qué dejamos.
Tres piezas
Por Graciela Montaldo y Sergio Chejfec
Ninguna Orilla
112 páginas, $ 34.999