Reseña: Tres maneras de decir adiós, de Clara Obligado
“¿Cómo medir nuestro tiempo? Cada viaje, cada maleta, cada distancia. ¿Qué pasaba cuando estabas lejos?” A la pregunta que formula la primera narradora de Tres maneras de decir adiós se podría responder con otra pregunta: ¿lejos de dónde? O bien contraponerle ese “Qué lejos está todo” con el que, en una improbable megalópolis, se lamenta Adina, la narradora del último relato, “El idioceno”.
En eso se cifra una de las claves dominantes de la vasta serie polifónica que sigue componiendo su autora, Clara Obligado (Buenos Aires, 1950). Su obra narrativa y su vida misma, en efecto, remiten a enclaves distantes o a viajes con destinos extraños. También, al desplazamiento de un género a otro en un mismo texto. En el inicio fue por efecto de su exilio, que en la última dictadura la arrancó de Buenos Aires y la instaló en España; después, por sus progresivos corrimientos de las formas literarias convencionales.
Tres maneras de decir adiós tiende a complementar El libro de los viajes equivocados, de 2011, y tal vez a algún otro. No cuesta advertir la implacable evolución de la prosa de Obligado, que en este volumen se desliza como una brisa sonora, ahora con un lenguaje más hispánico que su frecuente mestizaje de voces latinoamericanas. Relatos, pues, que se entrecruzan y que, en el fondo, rozan significaciones inherentes a los tres: la pérdida, el olvido, los cambios generacionales, el impulso creativo. Desfilan caracteres y asuntos diversos que, sin embargo –y en esto reside su disrupción respecto de los géneros establecidos– entretejen una construcción narrativa si no unitaria, cuanto menos coherente.
“El héroe”, el relato inicial, transcurre como un cuento de fantasmas, guiado por una narradora innominada, una madre (reaparecerá, con nombre, en la segunda historia y, en la tercera, como abuela) que lee a su niño el descenso homérico del “héroe” al Hades, donde quizá recaló también su marido, desaparecido en un bombardeo en 1991; en su casa, además, vibra el ánima de una joven suicida. En el título del siguiente relato (muy autobiográfico), “Tan lleno el corazón de alegría”, palpita algún poeta del Siglo de Oro, un aval como para que en España la reconozcan como propia y estimen que estos textos conforman “su mejor libro”. Y acaso acierten.
Con esa ambigüedad entre cuento y novela, Obligado afirma la identidad de sus “transgéneros” literarios. Publicado a continuación de Todo lo que crece, lúcido ensayo sobre los ciclos de la vida en la naturaleza, este tríptico de adioses estremece, por momentos, en “páginas llenas de gotas que lloran palabras”. Hay algo aquí de aquel Cortázar que confesaba llorar, a veces, en el interior de una palabra.
Tres maneras de decir adiós
Por Clara Obligado
Páginas de Espuma
132 páginas, $ 20.990