Reseña: Tarántula, de Eduardo Halfon
Como ya lo hizo con otros libros (por caso, Un hijo cualquiera) en Tarántula Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) vuelve a trabajar en la dúctil frontera entre la ficción y lo autobiográfico.
A partir de un suceso ocurrido en su infancia, construye un relato –siempre en primera persona– que tiene doble eficacia: es narrativamente impecable y traduce vectores históricos que proyectan preguntas sobre el presente.
La novela abre con una situación enigmática. Unos niños duermen en una carpa hasta que unos gritos los despiertan y los obligan a salir al exterior, donde aguarda su instructor. El que hasta ese momento había sido guía, “amigo y protector incondicional”, ahora luce uniforme negro, porta un garrote y aúlla órdenes. Sobre uno de sus brazos el narrador cree ver una tarántula. Luego sabremos que se trata de algo aún más ominoso.
De algún modo, la novela se construye para explicar –tanto remontándose a hechos previos como a situaciones posteriores– la inquietante postal inicial. El punto de vista infantil se alterna con el del adulto que rememora cómo se llegó a esa mañana terrible: dos hermanos de doce y trece años son enviados por sus padres a un campamento para niños judíos. Allí, en medio del denso bosque guatemalteco, se supone que harán amigos y aprenderán técnicas de supervivencia en la naturaleza. Lo que no está en los planes familiares es la singular concepción de supervivencia e identidad judía que tiene Samuel Blum, uno de los organizadores.
La sustancia de la novela es la memoria, y el autor sabe entretejer lo delicado, incluso por momentos ambiguo, de sus hilos. En el duro tránsito del campamento infantil, el hermanito del narrador pregunta, con seriedad e inocencia, si lo que les está pasando es un sueño. La memoria es escurridiza, a veces abre las puertas de lo onírico, pero de ella emerge, irrefrenable, aquello que de insoportable tiene lo real.
Descendiente de un sobreviviente de los campos de concentración nazi, criado en la conflictiva Guatemala de los años ochenta, luego exiliado junto con su familia en Estados Unidos y actualmente instalado en Alemania, Halfon tiene un largo ejercicio en lo que a matices identitarios se refiere. No en vano (y sin evitar la ironía), el protagonista de Tarántula afirma que sus dos libros de cabecera son, en igualdad de condiciones y sin necesidad de haberlos leído, el Popol Vuh y la Torá.
Identidad y tragedia histórica suelen ir de la mano. Regina, una de las participantes de aquel traumático campamento, se reencuentra con el narrador muchos años después y le cuenta que ahora trabaja con niños refugiados. Hijos y nietos de catástrofes históricas cuyas llagas, como ellos aprendieron en un bosque guatemalteco, nunca terminan de cerrar.
Tarántula
Por Eduardo Halfon
Libros del Asteroide
184 páginas, $ 24.900