Reseña: Siria, de Susana Cabuchi
El viaje que propone Susana Cabuchi (Jesús María, 1948-2022) en el último libro publicado antes de su muerte, en julio de este año, se proyecta en el tiempo y en el espacio, en la historia familiar y social y también en dos lenguas, la suya y la de sus ancestros árabes. En Siria se fusionan un territorio y una identidad que la autora, por pedido de una prima de su padre, intenta honrar. “Por favor querida, / insiste, / escriba sobre Siria”, le dice Jeannette. En un mismo vaivén, las voces del pasado y el presente impulsan la escritura en la patria de la poesía.
Cabuchi inicia su viaje con un poema, “Carta a mis abuelos”, escrito en 1965 y publicado en 1978 en su primer libro, El corazón de las manzanas. “Cúbranme de su idioma / volador /como las arenas de Maaloula”, les pide. Huyendo de la violencia del Protectorado Francés en Siria, Ayech Kabbouchi y Naíme se exiliaron en la provincia de Córdoba con su hijo Jousseff, de dos años, quien luego sería el padre de la escritora. Sobre Ayech pesaba una condena de muerte por haberse atrevido a denunciar las injusticias de los invasores de entonces; “soy fruto del exilio, soy / la nieta de un héroe”, asume la poeta en tierra siria.
De un cementerio en Maaloula (“donde debieron descansar mis muertos”) a las orillas del Éufrates (“uno de los cuatro ríos del Edén, / el de viaje sereno”), pasando por Tartus y Hasaka, la voz errante de Cabuchi recupera, entre ruinas, “las íntimas / memorias familiares”. A la vez, testimonia sobre los estragos de “esta falsa, esta inventada guerra” y la codicia que enmascara: “Lo que fue belleza / cae / despojado y oscuro, / lo que fue vida / es lamento y desolación”.
Siria, de Susana Cabuchi (Barnacle), 56 páginas, $ 2000