Reseña: Sigo sin saber de ti, de Peter Orner
Entre 1943 y 1945, Erich Auerbach escribió Mímesis, ese libro inmenso que describe las formas en las que la literatura occidental representó lo real. Refugiado en Estambul, lejos de su biblioteca, con el mundo derrumbándose, Auerbach buscaba exploraba cómo los escritores entendieron el mundo para, luego, representarlo. En Sigo sin saber de ti , de Peter Orner (Chicago, 1968), un libro extenso, compuesto por 107 columnas y ensayos –algunos publicados en revistas como The New Yorker o en The New York Times– sucede algo similar. Orner no es Auerbach, el mundo no está en guerra –al menos no el mundo entero– y, sin embargo, todo el libro está marcado por la misma necesidad de recuperar la dimensión humana de la literatura.
El tono es amable, cercano, no hay solemnidad. Pero no es una obra liviana; hay profundidad, capas de sentido en cada fragmento. El autor cruza su vida y sus lecturas, es entusiasta, emotivo, lee con todo el cuerpo. Habla de autoras y autores canónicos –Ford Madox Ford, James Joyce, Céline, Paul Celan– pero, sobre todo, de muchos otros casi desconocidos para nosotros como Gina Berriault, Ella Leffland o Sidney Brustein. Poco importan los nombres. Lo fundamental es lo que Orner encuentra en cada lectura. Frente a un poema del sueco Tomas Tranströmer dice: “Siento una pena que sale a la superficie gracias a las palabras de otro”. Más adelante, también sobre la poesía, agrega: “Si un poema es una casa, que haya disonancia, que haya un sofá en la cocina” y cuenta cómo durante un tiempo, con quien iba a ser su mujer, tuvieron un sofá en la cocina porque no podían hacerlo pasar por el pasillo que llevaba al living. En la belleza de ese sillón fuera de lugar está la lírica de los primeros años de amor y también la imposibilidad, el posterior derrumbe. Del relato “Anochecer” de James Salter toma una escena mínima y anota: “… estamos en el momento en el que un cuento recién está volviéndose un cuento, un cuento triste, predecible y lo único que me interesa en este momento son estas zonas preliminares, ese queso tan bueno, esas primeras gotas de lluvia sobre el vidrio. Mira. Ahí empezó.” Lee a Héctor Viel Temperley, el poeta argentino, mientras su padre agoniza. Al mapa de lecturas se le superpone el de ese monstruo que es Estados Unidos. Son memorables los fragmentos sobre el Lago Michigan: “El ruido volcánico del lago, el bramido grave de las olas”, las reflexiones sobre California.
Orner escribe en el siglo XXI, pero lee en el siglo XX. No solo porque las referencias a la tecnología son nulas, sino por su sensibilidad a la hora de acercarse a escenas, personajes, parlamentos. Frente a la despersonalización de las redes, frente a sujetos sin carnadura, ofrece el mejor antídoto: el Quijote, Leopold Bloom, unos versos de Pablo Neruda y, como diría Ricardo Piglia, la figura de un “último lector”.
Sigo sin saber de ti
Por Peter Orner
Chai. Trad.: Damián Tullio
256 páginas, $ 7200