Reseña: Sesión en una tarde de lluvia, de Mark McShane
No es de las figuras más citadas, pero poco importa para los seguidores del género. Mark McShane (1929-2013) nació en Australia, pero estudió y vivió en Inglaterra. Hasta los treinta años recorrió diversos países y al fin se asentó en Mallorca. Fue allí, en las Islas Baleares, donde el futuro escritor –de padres gitanos– comenzó a escribir una vasta y variada obra policial. Esos hilos diversos pueden dar una pista de la originalidad de Sesión en una tarde de lluvia, que se publicó en 1961.
La trama que monta McShane no es una novela “de serie negra”, tampoco estrictamente una de suspenso o de tema sobrenatural. A la ajustada atención a los detalles y a un notable sentido del ritmo, le agrega su particular forma de concentrarse en los personajes. En la descripción tanto física como psicológica de Myrna Savage (la protagonista con poderes de médium) y su esposo Bill (entre desocupado y asmático) se mezclan la observación y la acción. Lo que dispara esta última es el plan del dúo, que, sospecha el lector apenas expuesto, no parece demasiado sólido.
La idea: el secuestro de una nena, hija de un millonario. El objetivo no será el dinero, sino provocar una situación que redunde en el prestigio de Myrna y la haga famosa, en vez de compartir con los equivalentes de la época el prestigio cambiante y más bien mediocre de comunicarse con espíritus.
Una vez que la maquinaria se pone en movimiento, se multiplican también los detalles problemáticos de la pareja. Es claro que Myrna conduce las acciones, y que Bill, casi un pobre hombre, pusilánime ante la esposa, las ejecuta y duda cada vez más del sentido ético del plan. Para hacerlo usa una moto con sidecar que se convierte en un vehículo clave, para la trama pero también como símbolo. McShane se atiene con rigor al tono realista, cada vez más angustioso. Y aplica una vuelta de tuerca final inesperada, pero provocada por el desarrollo anterior. En esa “sesión en una tarde de lluvia” confluyen tanto la pareja como la ley (en la figura de dos policías), y a su vez se mezclan y entran en crisis las ideas que el lector se pueda haber hecho de los protagonistas.
La historia recorre lugares y paisajes de Londres en abundancia, pero no como telón de fondo, sino como puntos clave de los recorridos y con el fin de aumentar la tensión. El componente esencial, sin embargo, es el estilo de McShane, de una minucia y sensibilidad ocultas al principio por el interés que suscita el núcleo argumental pero que es la base de la plenitud del impacto final. Una adaptación al cine en 1964 tiene a Kim Stanley y Richard Attenborough en la piel de los personajes. Bryan Forbes, el director, volvió a McShane un objeto de culto desde entonces, como ocurre con la película, que supo apoyarse en una ficción muy bien construida.
Sesión en una tarde de lluvia
Por Mark McShane
La Bestia Equilátera. Trad.: T. Arijón
204 páginas, $ 2450