Reseña: Se vive y se traduce, de Laura Wittner
El oficio de rastrear día a día el matiz de las palabras
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Como quien se desnuda para vestirse con la piel de otro, caza palabras al vuelo, como la exploradora o la viajera, como quien lupa en mano magnifica su objeto –la palabra– para después tomar distancia y evaluar si es la apropiada: así describe Laura Wittner su oficio de traductora en el compacto Se vive y se traduce. Sabe de qué habla: además de su labor como poeta, tradujo, entre mucho otros poetas y narradores, a Leonard Cohen, Katherine Mansfield y Anne Tyler.
Wittner reflexiona a partir de anotaciones, preguntas en torno a una palabra, a un signo, por ejemplo el ampersand: ¿cómo traducir el signo &? El ensayo está compuesto por fragmentos en los que brilla la relación entre traducción y vida. “Y en las épocas en que no traduzco, ¿en qué empleo ese mecanismo tan específico de traspaso?”, se pregunta en el comienzo.
Traducir, es para la autora, una forma de ver el mundo, de pensarlo, de tamizarlo por la propia experiencia en busca, no de la palabra justa, sino del matiz preciso: en alguna ocasión primará la sonoridad, en otra el peso de la palabra en el verso o en la frase. A veces la palabra precisa la dará el diccionario; pero mucho más frecuente será obra de la casualidad, como cuando buscando la manera de traducir “silhouetted” encuentra “recortados” a partir de escuchar el sonido de la tijera que está usando su hija.
La traducción será siempre un diálogo con el original, una capacidad de reescritura, una tarea silenciosa pero también una tarea en red, un diálogo con los otros. Wittner le da mucha importancia a la comunidad de traductores amigos y a las integrantes del taller de traducción que coordina; recupera los gestos de amor en medio de un trabajo que puede ser agotador –horas y horas frente a la pantalla, sentada–, y la alegría de encontrar en la versión de otro la palabra que faltaba.
En definitiva, la traducción es para la autora aquello en lo que se va la vida, no solo por haberla elegido como actividad sino también por el grado de concentración que implica: pasarse el día buscando una palabra, estar años tratando de encontrar la versión que más se acerque al original de un poema; y sobre todo porque la vida impregna cada palabra que se escribe.
Quienes conocen la poesía de Laura Wittner saben que está atravesada por los nombres propios, por la presencia de lo cotidiano. En Se vive y se traduce aparece también el peso de la pandemia, la muerte del padre; pero en ese gran malentendido que es muchas veces la traducción –y también la vida– prima la certeza de que en tanto se pueda traducir, en tanto sea viable ese pasaje de sentido, para la escritora y traductora se puede seguir adelante: “Traducir –dice– es seguir viviendo”.
Se vive y se traduce
Por Laura Wittner
Entropía
90 páginas, $ 1100