Reseña: Salo solo, de Mauricio Kartun
Si se considera que la narración es ante todo movimiento, Salomón Goldfarb, protagonista de Salo solo, resulta un sujeto novelístico por excelencia: alguien que, a sus sesentilargos, sale a la caza de una nueva vida. Lo que dispara su animación obsesiva o sed de aventura es una epifanía impensada, un regalo que le hace su inexperto pero sabio psiquiatra –en esencia, poco más que un proveedor de ansiolíticos– cuando le aconseja que deambule, que se mueva, pero que lo haga por ámbitos que hasta ahora no haya frecuentado. “Ábrase y circule”, le dice admonitorio, como si pudiese leerle la mente, consciente de las necesidades básicas que reconoce en la deriva y la angustia del viudo.
Es posible que la aliteración del título y su consecuente bajada no resulten los más felices o tentadores, pero lo cierto es que Salo solo. El patrullero del amor, la primera incursión formal del reconocido Mauricio Kartun (San Martín, 1946) en el terreno de la novela brilla, sin ser un libro extraordinario, por su humor. ni mucho menos, sino que brilla por ser una comedia desaforada –y a la vez sutil–, capaz de encender las reacciones del lector a cada momento con recursos tan lúcidos como nobles. Kartun es una de las personalidades –en su carácter de dramaturgo, director y formador– más determinantes de la escena teatral argentina de las últimas décadas. A nadie que se halle mínimamente familiarizado con su obra podrá llamarle la atención, pues, su capacidad de gran observador de la especie, en particular a propósito de sus –nuestras– contradicciones, miserias, dobleces, debilidades.
Aquí Kartun, invitándonos a seguirle los pasos a su héroe, que a esta altura vive de rentas y parece interesado en poco más que en el sexo cueste lo que cueste, eslabona con maestría un gag tras otro, de los salones de baile a las clases de teatro, de los talleres de escritura a las reuniones de exalumnos, ametrallando al lector. Pero –al margen de lo lineal y previsible de su estructura– hay más: por un lado, el constante cambio de marcha de la prosa, acompañando a la perfección las intensidades de la peripecia; por otro la síncopa discursiva, la pequeña elipsis como constante, que aprovecha, entre otras cosas, el microcosmos judío para la entrelínea, con la suficiente destreza como para que el lego no se quede afuera de determinados códigos que ya pertenecen, en definitiva, a la cultura popular.
Con un protagonista cuya acidez y agudeza lo vuelven tan insoportable como delicioso, Kartun obtiene de la engañosa ligereza de Salo solo un doble contraefecto necesario. Por un lado, la risa efervescente, que destila notas amargas como para que los lectores no se engañen. Por otro, el patetismo, pidiéndole a la comedia que alargue su mano y nos mantenga a salvo.
Salo Solo
Por Mauricio Kartun
Alfaguara
221 páginas, $ 5999