Reseña: Peregrino transparente, de Juan Cárdenas
De la conjunción entre unas crónicas de viaje del siglo XIX y un policial borgeano nace Peregrino transparente, la séptima novela del colombiano Juan Cárdenas (Popayán, 1978), que propone una travesía artística y científica por una Colombia aún sin nombrar. Un narrador ocioso y crítico parece alimentarse de la literatura de la región para crear otro país y, de alguna manera, refundar la mirada sobre el origen de América Latina.
La novela está dividida en tres partes. Al comienzo, el narrador anuncia que estuvo perdido en la lectura de Peregrinación de Alpha, unas crónicas reales de 1850, y así se disparó su fantasía. Enseguida, su mirada contemporánea se camufla en la deriva de las aventuras que narra. La primera parte relata los viajes por Nueva Granada del acuarelista Henry Price, que junto a otros científicos y artistas, forma parte de una Comisión Corográfica y tienen que rendir cuenta de la geografía natural y humana de un país. Cuando el pintor se deslumbra con las obras de un artista local, el misterioso Pandiguando, su propósito cambia. No se sabe de dónde viene el pintor indio, pero sí que es capaz de pintar seres humanos con la materia de la naturaleza; animales, montañas y selvas anidan dentro de sus retratos de santos.
La exploración se sumerge a partir de ahí en una búsqueda más personal de Price, que lo lleva a elucubrar que existe “una secreta sinonimia entre realismo y racismo”. No va a ser la única reflexión de ese estilo. Los leves anacronismos se suceden de modo que la narración saca el pie del realismo y trama un territorio en el que las preguntas de hoy sobre la identidad y la cultura se despliegan en un siglo XIX nada convencional.
El ritmo no es demorado. Evoca, más bien, la deriva de las crónicas de viaje. Se aventura a lo largo de un espacio desconocido, con el encuentro con un sabio nativo, animales salvajes, mujeres exóticas. También aparece el vínculo con la naturaleza, la cosmovisión de los pueblos originarios y, por sobre todo, la idea de que un país es una construcción que se hace desde las ideas, no algo ya dado, a la espera de ser descubierto.
La sección intermedia es breve. La forman una serie de fragmentos poéticos, por momentos místicos, por otros escalofriantes que enlazan el final de la primera parte con la última. En esta, pasaron cinco años desde los viajes de Price, hubo una guerra, y un abogado tiene la misión de sacar de la cárcel al artista Pandiguando para llevarlo a Bogotá y obligarlo a que forme parte de la Comisión. Nada sale según lo planeado.
En esa torsión que se aleja de la mimesis, que no es ni realismo mágico ni literatura fantástica, la narración de Peregrino transparente encuentra un lenguaje no contaminado –si eso es posible– para recorrer el camino invertido que va del poscolonialismo a un saber original de otra humanidad posible.
Peregrino transparente
Por Juan Cárdenas
Sigilo
254 páginas, $ 4500