Reseña: Peces plateados, de Rosalía Iturbe
El primer libro de poemas de la cordobesa Rosalía Iturbe inaugura, como pasa con los debuts literarios, un universo que agrupa el registro de itinerarios, impulsos, paisajes y afinidades, en su caso con una dicción que se articula (y se desarticula) con humor, reinvenciones de la memoria e incertidumbre. “quería traer mi perfume / desparramarlo / era una buena idea?”, se lee al inicio de Peces plateados; en el poema siguiente: “trato de hacer / los movimientos justos y salgo / pero no sé / si voy o vengo”.
El movimiento, con o sin dirección, da forma a una poética donde la realidad se viste de comedia de disparates (como en el poema “Una S”, que María Elena Walsh hubiera elogiado, donde se sigue el derrotero de una letra que cae en medio de una autopista), canción de acordes cotidianos o transfiguración autobiográfica: “A veces creo que no soy una mujer / soy la luz entre las hojas / que se imprime en el camino / soy junio, noviembre, febrero”. Al fin y al cabo, como se razona en “Perspectiva”, “de un lugar se pasa a otro”.
Uno de los recursos predilectos de Iturbe es el corte de versos que, reforzado por la ausencia de signos de puntuación, origina sentidos nuevos y equívocos: “El lirio se pudre en el borde / del vaso recuerdo / la pregunta / en la materia viva”; otro, la elipsis, y otro más, la alternancia entre poemas largos y aquellos que aspiran a una filosófica síntesis, como “El amor”, que se podría interpretar como una adivinanza y, a la vez, como un homenaje a Macedonio Fernández: “se parece un poco al Río de la Plata / parece un mar pero no es / y sin embargo existe”.
Peces plateados
Por Rosalía Iturbe
Enero
72 páginas, $ 13.000