Reseña: Pasajeros, de Peter Rock
La belleza del bosque, con sus flores, paisajes y arboledas, a veces no alcanza para ocultar la desesperación. Al igual que en Mi abandono (su primera novela traducida al castellano), Peter Rock (Salt Lake City, Estados Unidos, 1967) vuelve a desmenuzar el quiebre de los vínculos familiares en medio de una naturaleza salvaje.
En Pasajeros, su nueva novela, Benjamin y Helen Hanson –padre e hija– pierden el contacto a raíz de una desaparición, de un hecho traumático en la infancia de ella, una temática recurrente en las novelas del autor, que combina el suspenso a cuentagotas con elementos sobrenaturales.
Cuando la comunicación pende de un hilo, Helen inventa una nueva forma de animarse a hablar con su padre tras enterarse de que Benjamin sufrió un accidente: una máquina que transcribe sus palabras para enviarlas mediante un fax. Benjamin quiere hablar por teléfono, escuchar su voz, y se estampa de lleno con la negativa de su hija, que necesita pausas para elaborar respuestas mientras intenta emparchar una herida que todavía le duele, no sabe bien por qué.
A través de estas cartas, padre e hija buscarán reconstruir no solo un rompecabezas roto de aquel tiempo lleno de pérdidas, sino también baches y vacíos de una familia destruida para siempre. Pero todo se vuelve cada vez más turbulento una vez que empiezan a indagar en las profundidades del bosque, donde la muerte, el frío y un lago profundo también se revelan protagonistas de la historia.
Pasajeros
Peter Rock
Godot
Trad.: Micaela Ortelli
136 páginas
$ 18.999