Reseña: Parezca y desaparezca, de Paulo Leminski
“La poesía no es literatura. Hecho. La poesía va más del lado de la música y las artes plásticas. Eso, desde Pound, todo el mundo lo sabe”, escribía, en uno de sus ensayitos el brasileño Paulo Leminski (Curitiba, 1944-1989). Esa expresión no solo hace referencia a las diversas aristas de su obra, múltiple, temprana y a la vez tardía, sino también constituye en sí misma una reflexión sobre el ejercicio poético. En poco más de una década, Leminski consolidó una propuesta artística expansiva que pregonaba una visión inutilitaria del arte, que enfatiza el poder de la palabra como sustancia.
Narrador experimental, pensador contracultural, traductor al portugués de Yukio Mishima, Samuel Beckett, Alfred Jarry, biógrafo de Jesús y Trotsky, músico hermanado al tropicalismo... la conjunción de casilleros une la rebeldía, el goce, acaso un modo de ser libre hasta las últimas manifestaciones. “Invierno/poema/poeta es/quien se considera”, escribe en uno de sus versos estacionales, influenciados por el ejercicio del haiku y la meditación sobre la práctica tanto del poema como del karate. Así pueden leerse poemas que tensan el andar con lo que se desata: “yo quería tanto/ser un poeta maldito/la masa sufriendo /mientras profundo medito. Yo quería tanto/ser un poeta social/rostro quemado/por el hálito de las multitudes/ en vez/mírame acá/poniendo sal/en esta sopa escasa/que mal va a dar para dos”,
Parezca y desaparezca reúne un muestrario bilingüe de la producción en verso de Leminiski, un poeta bienvenido en nuestro país, que ya tuvo buenas ediciones previas, una prueba más de su legado y de su vitalidad.
Parezca y desaparezca
Por Paulo Leminski
Añosluz Editora. Trad.: Alejandro Güerri
178 págs./$ 1400