Reseña: Parajes, de Cristina Iglesia
En principio Parajes es una colección de escenas que transcurren en distintas partes del mundo: una biblioteca en Berlín, el bar de una esquina porteña, un enclave rural en Corrientes. En todas, una misma voz reconstruye paisajes y recuerdos y, sobre todo, los empalmes entre unos y otros. En la sucesión se bosquejan historias: las del padre y de amigos de la autora, la de su relación con el mundo, la escritura y la lectura. No solo se leen o se han leído libros, de Stieg Larsson, W. G. Sebald o literatura gauchesca, sino también carteles, fotografías, rostros de inmigrantes latinoamericanos en Buenos Aires, conductas de personas y animales.
Por tono y afán, es un libro aditivo y, en el buen sentido, adictivo. Después de leer los textos que abren el volumen, se quiere saber más sobre esa conciencia nómade, que recorre el santuario del Gauchito Gil (o Curuzú Gil) a la vera de la ruta, cerca de Mercedes (“tierra de milagros”), calles de Roma o la Isla del Cerrito, donde funcionaba el leprosario que dirigía su padre.
La escritura de Cristina Iglesia (Corrientes, 1944) escala de la línea rasante de la percepción hacia la intuición de un misterio que se aloja o se esconde en el entorno: “Tuve una especie de relumbrón de felicidad, algo muy breve pero contundente sacudió mi cuerpo y, mientras la congoja volvía de la nada, sentí que volvía a ser, yo también, una habitante de esa zona cuyo desinterés por el afuera solo era comparable, en tamaño, a su inmensa y casi incalculable extensión en tierras, montes y humedales”.
Parajes
Por Cristina Iglesia
Nudista. 92 páginas
$ 1090