Reseña: Margot en el lago Cardiel, de Fabián Martínez Siccardi
El anónimo narrador de Margot en el lago Cardiel, la novela –casi un relato largo– de Fabián Martínez Siccardi (Río Gallegos, 1964), es un adolescente que acompaña a su tío Anselmo, un “mercachifle”, en un viaje a la estancia Dos Hermanos, situada en la orilla oriental del lago mencionado en el título, en la provincia de Santa Cruz.
La obra transcurre en el verano de 1979, en una región que el autor conoce muy bien y que ha sido escenario de otras ficciones suyas como Patagonia iluminada (2012) y Bestias afuera (Premio Clarín de Novela 2013).
Entre los peones que trabajan en la estancia está el quintero Reyes, el ovejero Sepúlveda y Granados, un domador al que el quintero define como “un hijo de puta” por su manera brutal de someter a los caballos (“con el rebenque por todo el cuerpo”). Desde el principio se anticipa un incidente que marcará el clímax del libro y mediante el cual Martínez Siccardi produce una sensación de suspenso. Este incidente se relaciona con Margot, una marioneta a la que Reyes hace moverse al compás de la marcha triunfal de Aída.
La historia se cuenta en retrospectiva (“Esto lo entiendo mejor ahora, después de haber visto lo que vi esa noche y después de haber pensado en ello muchos años”) y la experiencia vivida por el joven quedará siempre en su memoria.
La narración se fortalece con logradas descripciones como la de un atardecer (“llamas que al reflejarse sobre el lago dan la ilusión de un incendio sobre el agua”), una carneada (“no tenía el dramatismo del sacrificio, la tensión de observar desde el primer terror del animal hasta el último estertor de la agonía”) o aquella en que dedica una página a mostrar pictóricamente a Granados en la tarea de amasar (“tal vez lo que buscaba Granados era someter la masa, dominarla, avasallarla como lo hacía con otras cosas”).
Parte del atractivo de Margot en el lago Cardiel se nutre del contraste que se da entre el rudo ambiente rural –esa “tierra de hombres sin mujeres” a la que los tiempos modernos parecen no haber llegado–, donde prevalece una agresiva masculinidad, y el hálito femenino que le insufla la marioneta. La presencia matriarcal de la dueña de la estancia y la alusión a la tumba de una mujer tehuelche (misteriosa figura que aporta un elemento sobrenatural) refuerzan esa oposición.
El desenlace, graduado con exactitud y elaborado a medida de los personajes que lo ejecutan, concreta sin exageraciones ni innecesarias demoras el sombrío comentario hecho anteriormente por el sobrino de Anselmo, sobre cómo debajo de la supuesta solidaridad que debería preponderar entre seres tan aislados, “existían ríos subterráneos donde naufragaban las emociones más cruentas”.
Margot en el lago Cardiel
Por Fabián Martínez Siccardi
Alfaguara
160 páginas, $ 7699