Reseña: Los Quilmers, de Leandro Ávalos Blacha
En vez de una epopeya intergaláctica, una distopía con moraleja o una solemne alegoría, la invasión extraterrestre puede asumir el semblante de una comedia de enredos. Es el caso de la nueva novela de Leandro Ávalos Blacha (Quilmes, 1980), Los Quilmers, que en diez escenas narra el arribo a Bernal de unos visitantes (o colonizadores), los “ovoides”, con poderes de abducción, suplantación de identidad, teletransportación; no obstante, la más desarrollada es la capacidad de adaptación a los usos y costumbres autóctonos. Una vez instalados en la zona sur del Gran Buenos Aires, para los vecinos es difícil distinguirlos. “Según Gladys, los visitantes estaban en todas partes. Algunos conservaban la forma ovoide. Los más peligrosos se camuflaban bajo el aspecto de humanos. Estaban en la tele, contando las noticias. En la radio, infectándonos con canciones. Empezaban a meterse en política y en los sindicatos”.
Si bien surge la resistencia nacionalista a cargo de un líder, Juan Cano (cuyo nombre parodia el del protagonista de El Eternauta), la población, en especial los chicos, que se fanatizan con los ovoides, disfruta de los beneficios de la invasión alienígena y considera “héroes” a los marcianos caídos en combate. “Los impuestos bajaban. Crecía la obra pública. Se creaban barrios nuevos”. En Quilmes se graban series y programas (“Alien Chef”) para un sistema de streaming interplanetario. Divertida, kitsch, a veces elíptica y con dardos irónicos apuntados a la política, el periodismo y la industria del entretenimiento, Los Quilmers reaviva un género estandarizado con materiales plebeyos.
Los Quilmers
Leandro Ávalos Blacha
Caballo Negro
136 páginas
$ 4490