Reseña: Los chicos de mi juventud, de Jo Ann Beard
Los trece textos que componen Los chicos de mi juventud, colección narrativa de Jo Ann Beard (Moline, Illinois, 1955), pueden leerse como relatos de carácter autobiográfico.
Muchos rememoran aspectos de su entorno familiar: una abuela que cuida a gente enferma y discapacitada; una hermana con la cual entabla “disputas territoriales” en la cama; un hermano menor, “obsesionado con sus botas de cowboy”; un padre alcohólico y una madre muy severa. Este mundo afectivo incluye a un muñeco llamado Hal (“a los tres años […] no sólo era mi amigo, también era mi esclavo”).
Hay todo tipo de reminiscencias: una acampada en Arizona con un novio y la presencia de un coyote cazador de conejos; un accidente que la dejó atrapada en una alcantarilla; la remodelación de una casa en compañía de un marido perfeccionista; los chicos que le gustaban de adolescente; un trágico episodio de violencia en el edificio donde trabajaba de coordinadora de una revista.
La extensión de estos relatos autobiográficos varía bastante. Los más largos, como “Primas” (una recolección de las vivencias compartidas con su prima Wendell), parecen rehusar un eje narrativo y consentir digresiones: fluyen desordenados y verborrágicos, semejantes a los capítulos de una novela inacabada. En cambio, algunos de los más breves, como “En la corriente” (el momento, durante su niñez, en que vio a tres chicos arrastrados por la corriente de un río), manifiestan una meritoria contención expresiva que acrecienta su poder de sugerencia y les hace trascender el valor anecdótico de lo que se cuenta.
Los chicos de mi juventud
Por Jo Anne Beard
Muñeca infinita
Trad.: Raquel Vicedo
268 páginas
$ 16.900
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