Reseña: Los alemanes, de Sergio del Molino
Las novelas sobre los trágicos avatares alemanes del siglo pasado –con foco en el nazismo– son un subgénero en sí mismo. Los alemanes, –la novela con que el español Sergio del Molino (Madrid, 1979) obtuvo este año el Premio Alfaguara, aporta un enfoque por completo novedoso, centrado en la identidad y la culpa.
La piedra de toque real –que da lugar a la “leyenda” del libro– es la entrega en 1916 de un grupo de alemanes de la colonia de Camerún (por entonces teutona) en la Guinea Ecuatorial española para no rendirse a los aliados. Muchos de ese grupo terminaron instalados en Zaragoza, donde todavía en el presente quedan los últimos vástagos de los imaginarios Schuster.
Son dos personajes, Fede y Eva, los que coinciden en el entierro del tercer hermano, Gabi, para a partir de allí desanudar una trama actual, pero que remonta sus raíces a la historia familiar. Construida polifónicamente a través de monólogos (de Fede y Eva, pero también un par de personajes más) y diálogos bien llevados, el relato sigue el peso fantasmal de los ancestros. Gabi –el personaje fallecido– aporta in absentiam la nota sardónica, mientras que Fede –profesor en Ratisbona, en Alemania– y Eva –una política municipal en ascenso– lidian en el presente con esa herencia, al igual que Berta Klein, la mejor amiga de infancia del hermano que ya no está.
Son muchos los temas que Del Molino –conocido por sus crónicas sobre la España profunda– va hilando con parsimonia, al ritmo de citas culturales y filosóficas que no prescinden de alusiones musicales en alemán. Una obra de construcción impecable.
Los alemanes
Por Sergio del Molino
Alfaguara
324 páginas, $ 21.999