Reseña: Lo bello y lo triste, de Yasunari Kawabata
El discreto encanto de un maestro
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Los libros del japonés Yasunari Kawabata (1899-1972) tienen una circulación sorprendente. ¿Qué lleva a que se consigan con mayor facilidad que los de su díscolo discípulo Yukio Mishima? Probablemente sea la delicadeza de sus tramas, que van hilando sin estridencias un tapiz de lo que se tiene por quintaesencialmente oriental.
Lo bello y lo triste –una de sus novelas clave– es un buen modelo de su arte, que tiende a la discreción. En ella un escritor, Oki Toshio, viaja a Kioto, famosa por su historia y sus templos budistas, para escuchar una vez más las campanadas de un templo. Se trata, por supuesto, de un subterfugio: también busca volver a encontrarse con Ueno Otoko, con la que tuvo una relación muchos años antes, cuando ella era adolescente y él un treintañero. La trama se despliega hacia el pasado y hacia el presente, para contrastar las señales del tiempo, entre la tradición y los cambios producto de la Segunda Guerra Mundial. Otoko se dedica ahora a la pintura y convive con una discípula, mientras que del lado del escritor aparecen su mujer (Fumiko) y su hijo (Taichiro).
En el prólogo, la poeta argentina Liliana Ponce subraya que el título original puede traducirse también como “Con belleza y tristeza”, lo cual pone en relación dos términos de la estética de Kawabata : el wabi, la belleza que reside en la sencillez y en la imperfección, y el sabi, la impermanencia, la fugacidad de las cosas. En esa dialéctica de cuño oriental, entre pasado y presente, memoria e inmanencia, Lo bello y lo triste adquiere su tono melancólico, felizmente contemplativo y encantatorio.
Lo bello y lo triste
Por Yasunari Kawabata
Seix Barral. Trad.: Nelly M. de Machain
234 páginas, $15.900