Reseña: Liliana Maresca, una época, de Juan Laxagueborde
Quien encarna el riesgo de contar la vida de otro, fundamentalmente si se trata de un personaje con matices irreverentes, carga con la tensión de volver a darle vida. Es algo que puede traer más dolores de cabeza que gratitudes y, a su vez, en el mismo gesto de exhumación, siempre incompleto, activar nuevas brasas. Acostumbrado a invocar personajes descentrados, que intervienen en el campo literario-artístico desde los bordes, el sociólogo y crítico de arte Juan Laxagueborde (Buenos Aires, 1984) se acerca a la biografía de la artista plástica bonaerense Liliana Maresca (1951-1994).
Liliana Maresca, una época concibe una mirada sociopoética del personaje y lo construye más allá del imaginario que hay alrededor de ella (el del deseo y su muerte prematura, por HIV). Así la describe: “El acontecimiento central de la vida de Maresca es su propia experiencia atravesada como éxtasis y renuncia. (…) Coqueteó siempre con acumulaciones, tristezas y comedias propias del arrabal y las luces. (…) Maresca viene de una mezcla de religiosidad, hippismo, música progresiva, lucha armada y calles convulsionadas, que eran su contexto, aunque no su escenario de acción. (…) Era parte de una pretensión lateral del poder. La del poder personal soberano festivo”.
Las operaciones que despliega Laxagueborde son múltiples y transmiten el entusiasmo por leer a la artista menos en su sesgo bohemio, que rescata materialidades de containers, sino como un punto activo de relaciones. Esa constelación permite hacer notar los trasvasamientos entre el arte argentino de los años setenta, el underground de los ochenta –cuando Maresca se hace visible– y la emergencia de los noventa, desde el Centro Cultural Rojas, como contracultura ante el neoliberalismo. En ese movimiento, el mapeo es vital, desde el barrio de Avellaneda donde nació, el hall de la revista El porteño, donde Maresca hizo su primera muestra individual en 1984, los sótanos donde circularon distintas manifestaciones artísticas en una Buenos Aires que sorteaba el miedo, hasta los espacios o galerías que ya no existen.
El libro no pierde de vista las expresiones artísticas de Maresca, en su técnica y alquimia; las desnuda, como sucede con “El torso”, su escultura más conocida, o con los cambios de materiales visibles en su obra. Pero, aquello que se impone es un espíritu vincular, la plasticidad para acentuar las dinámicas compartidas con amigos como Elba Bairón, Jorge Gumier Maier, Marcia Schvartz o Marcos López, u otras resonancias como Fogwill, Indio Solari o hasta Simone Weil. Mucho más que un retrato terminado, Laxagueborde invita a la conversación –como lo hacía su mentor, Horacio González– de materias que parecen desintegradas, pero que aún vibran.
Liliana Maresca, una época
Por Juan Laxagueborde
Mansalva
152 páginas, $ 23.800