Reseña: Las huellas del mal, de Federico Andahazi
El asesinato de dos niños, ocurrido en Quequén en 1892, es un hecho verídico en el que se basa Las huellas del mal, la novela de Federico Andahazi. A ese pueblo bonaerense llegan el inspector Juan Vucetich (1858-1925) y su asistente, el grafólogo y filólogo Marcos Diamant, para colaborar en la investigación. Ambos han sido enviados por el presidente de la República, Carlos Pellegrini, para resolver el caso “con un método que prometía revolucionar la criminología”. Se trata, por supuesto, de la dactiloscopia, la búsqueda de huellas dactilares.
El marco histórico, bien delineado, se impone a la trama policial. Hay un perfil biográfico de Vucetich (nacido en la isla de Hvar, perteneciente al archipiélago de Dalmacia) y una exposición de los principios de la dactiloscopia. Al principio este sistema fue rechazado por varias organizaciones que “consideraban que obtener registros de la identidad de los ciudadanos era abusivo y contrario a los derechos y garantías civiles”. Entre estas organizaciones hay grupos anarquistas que se manifiestan en repudio a la llegada del inspector portando carteles que dicen “No queremos que nos marquen” y “Abajo la policía represiva”. Uno de sus miembros, una misteriosa muchacha, aportará una cuota de suspenso y de romanticismo.
Al comisario Blanco, jefe de la regional Necochea, tampoco le resulta grata la presencia de Vucetich y Diamant. Siente que esos dos agentes enviados por el Ministerio del Interior de la Nación menoscaban su propia autoridad. Su intención es cerrar el caso lo más rápido posible y para hacerlo cuenta con un sospechoso al que intentará arrancarle una confesión por todos los medios.
El Hotel Balneario Victoria, “un gigantesco palacio entre las dunas”, emblema del potencial turístico de la naciente ciudad de Quequén, sirve de escenario para un episodio incidental, y el tema de la dactiloscopia también da pie para una pequeña trama secundaria: una intriga internacional en la que intervienen un espía francés y uno británico: un país quiere impedir que el mundo adopte el sistema de Vucetich y el otro quiere robárselo.
Las huellas del mal entretiene con lo justo. A diferencia de muchas novelas que incursionan en el género policial, se abstiene de rellenar páginas y páginas con información insustancial y, por el contrario, dosifica con equilibrio, toques de humor y timing el material del argumento.
Otro acierto de Andahazi es el paralelismo que traza entre el asesinato de los niños y una de las tragedias de Eurípides a través de la figura de Diamant, un entusiasta traductor de las obras del dramaturgo griego, que descubre que para resolver el crimen hay “que interpretarlo de la misma manera que una tragedia griega”.
Las huellas del mal
Por Federico Andahazi
Grijalbo
191 páginas, $ 3299