Reseña: La tejonera, de Cynan Jones
El escritor galés Cynan Jones (1975) lo ha dicho en más de una entrevista: la fuerza de la naturaleza es un tema central en sus libros. Es lo que se lee en Tiempo sin lluvia, su primera novela, y ahora en La tejonera, su obra más celebrada según la crítica anglosajona. Aquí construye el universo de dos personajes: el de Daniel, un granjero que acaba de quedar viudo y que se ocupa de ovejas a punto de parir, y el del “grandote” –así lo llama el narrador–, un hombre que se mueve por el campo como puede, con sus perros, cazando tejones.
Jones narra a partir de escenas: Daniel con las ovejas mientras recuerda a su mujer; el grandote y un grupo de hombres cavando en la tierra; el perro que entra en el túnel en busca del tejón; el tejón y los perros. A diferencia de lo que hacía en su primera novela, en la que el narrador seguía a varios personajes, incluyendo de a ratos un registro casi naturalista, acá solo sigue a dos, pero va a hasta el hueso. Así como Daniel mete las manos dentro de las ovejas para ayudarlas a parir—hay dos momentos: el primero más bucólico, inaugura el relato; el segundo ya en el clímax de la novela, es violento, descarnado–, el narrador se interna en los pensamientos y las sensaciones de Daniel y del otro. Hay algo visceral en la manera de retratarlos. Algo que los hermana con los animales que tratan de sobrevivir junto a ellos, a pesar de ellos. Y quizá la brutalidad de hombres y perros no sea otra cosa más que una forma de resistir al agobio de la monotonía y de la muerte, presentes, ambos, todo el tiempo en ese paisaje árido y pedregoso.
Al igual que Anton Chejov, Jones no juzga, pero tampoco escatima detalles a la hora de describir escenas de gran crueldad. Tampoco explica ni anticipa demasiado lo que va a venir –por eso esta reseña tampoco lo hace–; piensa en un lector activo, que lea las elipsis, los saltos, lo no dicho. Trabaja de manera magistral los diálogos, esos intercambios de poquísimas palabras donde los gestos cargan con toda la densidad de lo que se dice. Al lector argentino podría recordarle el mundo de dos escritores locales: Hernán Ronsino, por la manera en la que la historia se va armando a modo de retazos, la construcción de un espacio despojado, casi desnudo; y Carlos Busqued, por su forma descarnada de bucear en la violencia.
La traducción de Laura Wittner encuentra la manera de interpretar un vasto vocabulario específico vinculado a las tareas del campo, a la vez que logra reflejar la potencia de una narración fuertemente sensorial. Quienes disfrutaron ya de Tiempo sin lluvia encontrarán en esta novela un relato compacto, perturbador y también lleno de belleza.
La tejonera
Por Cynan Jones
Chai Editora. Trad.: Laura Wittner
140 páginas. $ 950