Reseña: La red infinita, de Yayoi Kusama
En La red infinita, su atrapante autobiografía, la famosa artista Yayoi Kusama (1929), la sacerdotisa de los lunares, recorre el camino de su vida desde su infancia gris en Matsumoto, ciudad provinciana de Japón, hasta su apogeo en el mundo del arte global. Lo hace sumando a la historia más íntima, sus poemas, el análisis del contexto social en que se movió, del mercado del arte y de su propia producción.
Junto a las vías del tren, la niña Yayoi –su madre la definía como “una absoluta bazofia”– pensó varias veces en quitarse la vida. Disfrutaba haciendo añicos los cristales de las ventanas con una piedra o un martillo. Presenció una escena sexual que considera el origen de sus traumas. El psiquiatra, dado que su familia no quería que se dedicara al arte, le recomendó alejarse de su casa.
No le resultó fácil vivir en Nueva York, donde se instaló. El hambre le hacía “doler la tripa” y juntaba “cabezas de pescado que tiraban en la basura de la pescadería para hacer una sopa”. Si bien siempre tuvo alucinaciones visuales y auditivas, en Estados Unidos le recomendaron internarse. Decidió, sin embargo, seguir creando contra reloj. Las redes que pintaba se extendieron más allá del lienzo hasta cubrir muebles, paredes e, incluso, su propio cuerpo. Creó, además, esculturas blandas con forma de falo. “Me aterrorizaba el sexo y me aterrorizaba el falo”, escribe la artista, quien decidió hacer cientos de miles de esculturas con esa forma para ahuyentar la repulsión que le provocaba. A este proceso, que denominó obliteración, también lo aplicó con los macarrones, alimento que le genera una aversión similar.
Tras el éxito de sus happenings sexuales antibélicos, con participantes desnudos pintados con lunares de colores, Kusama se hizo conocida a nivel planetario. Después de 16 años, viajó a Japón. Le provocó satisfacción reencontrarse con la “lengua materna”. Visitó la tumba de su padre. Pero aquel viaje breve que había planificado dio un giro cuando las alucinaciones volvieron con fuerza. En 1975, se internó voluntariamente en un hospital psiquiátrico de Tokio, donde permanece creando, ya nonagenaria, hasta hoy.
“Si en medio de esta sociedad inundada de mentiras y de locura has conseguido aproximarte un solo paso más al impresionante resplandor de tu propia vida, la huella que dejarás es la de alguien que ha vivido realmente como un ser humano”, escribe la artista a modo de consejo.
La red infinita
Por Yayoi Kusama
Ediciones B. Trad.: Julio Hermoso Oliveras
304 páginas, $ 3749