Reseña: La pediatra, de Andréa del Fuego
La pediatra es un breve retrato de un individuo específico: la médica del título. Para pintarla, la brasileña Andréa del Fuego (San Pablo, 1975) elige una primera persona estricta: la de Cecilia, una protagonista que se atreve a confesar sentimientos y actitudes poco aceptados tanto en lo privado como en lo profesional.
Desde ese único punto de vista, la novela empieza con la descripción detallada de una situación aparentemente estable; a partir de cierto momento, en cambio, la prosa se vuelve más narrativa y rápida para acompañar la caída del personaje hacia un final previsible y, al mismo tiempo, impactante. Nada distrae de esa pintura unipersonal: excepto la existencia de las “doulas”, mujeres que ayudan a las parturientas, no se describe nada del Brasil paulista en que transcurre toda la acción.
Hay, eso sí, algunos personajes secundarios importantes, vistos siempre desde los ojos de la pediatra: Celso, su amante; Brunito, hijo de Celso, un bebé todavía en pañales, y la figura clave de su padre. A pesar de la independencia de Cecilia, de su dominio de sí misma, de su capacidad para planificar, ella gira alrededor del padre, que la convenció de elegir la misma profesión que él a pesar de que, según confiesa, ella “tenía poca vocación y poca paciencia para ser médica”. Los graves problemas emocionales que la sacuden son el resultado último de la presencia de ese pater familias, aunque ella no lo note demasiado.
Al principio, su vida parece firme como una roca. Pero ese equilibrio aparente se derrumba cuando conoce a Brunito. Y entonces, todo se precipita: hay un cambio feroz en sus objetivos y también en el ritmo de la historia. Su seguridad frente a los pacientes, con quienes no se involucra (“quien trata no soy yo, es el protocolo”), su eficiencia fría, su racionalidad extrema se derriten bruscamente. Pierde el control y sus máscaras y manipulaciones se ven dominadas por su deseo imposible de ser “madre” de ese niño, al que llama “mi hijo”. Así, la primera emoción sincera de su vida adulta la desnuda frente a los lectores y deja a la vista su soledad y su necesidad de amor.
La prosa de Andréa del Fuego es fácil de leer, irónica a veces; otras, llena de furia. La construcción del personaje es perfecta, oficio y vocabulario médicos incluidos. En la novela, todo es ese “yo” y su entorno de clase media alta profesional, fuera del cual, solo aparecen la mucama y su novio.
Como las primeras novelas europeas (Oliver Twist, Madame Bovary, Robinson Crusoe), con su nombre que alude a un individuo, La pediatra es una pintura exacta y angustiante de un ser humano único y particular, que, como cualquier otro, es despreciable y querible, víctima y también victimario.
La pediatra
Por Andréa del Fuego
Edhasa. Trad.: Claudia Solans
194 páginas, $ 5500