Reseña: La otra guerra, de Leila Guerriero
Como si no alcanzara con el despropósito en sí que suele materializar una guerra, muchas veces sus ecos igualan o superan el tamaño de su absurdo. El episodio bélico que ha marcado indeleblemente la contemporaneidad argentina –la Guerra de Malvinas– lo ilustra de diversos y siniestros modos.
Un nuevo, breve libro de Leila Guerriero, titulado sin exageración La otra guerra, se ocupa de una de sus esquirlas más sombrías: la identificación de los más de cien cuerpos que, luego de la contienda, fueron sepultados de manera anónima con apenas una cruz y una lúgubre leyenda que rezaba: “Soldado argentino solo conocido por Dios”.
Esa empresa justificaría el despliegue de una crónica, pero aquí los hechos proveen un material más vasto a la vez que brumoso: del extraordinario trabajo hecho inmediatamente finalizada la guerra por el militar inglés Geoffrey Cardozo (encargado de diseñar un cementerio para los argentinos, preparando el terreno para la futura identificación de los caídos) a la desidia oficial primero disfrazada de patriotismo y luego de compasión; de la lucha individual de un puñado de personas (luego se sumaron la Cruz Roja y el Equipo Argentino de Antropología Forense) a las tensiones producidas por las diferentes miradas acerca de la dictadura, del carácter simbólico de las víctimas y de la necesidad de que sus cuerpos regresaran o no al continente. En un registro extremadamente contenido, Guerriero refleja ese vacío que se extendió, aunque parezca inverosímil, por más de tres décadas.
La otra guerra
Por Leila Guerriero
Anagrama
94 páginas, $ 1350