Reseña: La misa de los suicidas, de Pablo Forcinito
Francis Bacon decía que pintaba personajes en situaciones extremas, donde un grito era una manera de expresar un “mosquitero” entre el miedo a la vida y el miedo a la muerte. En una célebre serie pictórica, Screaming Popes, reinterpreta en más de cuarenta versiones el retrato del papa Inocencio X de Velázquez, con una silueta espectral, que rezuma exasperación. Una visión así es la que explora Pablo Forcinito (Lanús, 1978) en La misa de los suicidas, donde la voz cantante la lleva Gabriel, un cura que pasa de la holgadez de la vida de pueblo al tormento de un pasado que lo inquieta.
Después de veintiséis años, el “chupado” Gómez, otrora ultrajado, regresa, como si tal cosa, con un misterio a cuestas. Pasa la primera noche en la comisaría, “una formalidad obligada” para alguien que había sido dado por muerto. Con una invocación al estilo Antonio Gil –el gauchito–, sabe que el nieto del comisario está por morirse y, mediante un ritual, lo salva. Con la inmunidad adquirida, se convierte en un pastor carismático, que cura en la plaza del pueblo. La narración que despliega Gabriel comulga perplejidad y culpa frente a un perjuicio que tanto él como sus amigos ejercieron sobre Gómez. En sus flashbacks, se intercalan sus primeros años de orden, sus lecturas en demonología y las presencias satánicas que aparecen en duermevela.
“Sí, la cabeza de aquel demonio ardía por dentro, y ninguno de nosotros se perturbaba, encantados por la insólita visión, que de tan insólita se asemejaba más al sueño que a la realidad”, escribe Forcinito. Es una evidencia de su apuesta narrativa: la construcción de una atmósfera visual que acompaña la velocidad del relato, con cimientos en el terror y el suspenso, todo ambientado en la “ciénaga”, un territorio árido, barroso, cargado de grietas pasadas. C. E. Feiling imaginaba cuatro períodos en género del terror: el gótico, vinculado a Horace Walpole y William Beckford; el burgués, con Edith Wharton y Edgar Allan Poe; el fantástico, con Lovecraft; y el cinematográfico, donde se ubica Stephen King. A grandes rasgos, exponentes locales como Luciano Lamberti y Mariana Enriquez conjugan las tradiciones gótica y cinematográfica. Forcinito acentúa, dentro de la última vertiente, un tono musical que se manifiesta en los climas y la textura.
Tras La trilogía de Paraná, novelas que giran alrededor de un asesino serial, Forcinito despliega una historia de venganza en las tierras movedizas de la fe. Gabriel debe cargar con la cruz de cerrar un ciclo mediante un sacrificio que, en sus destellos de luz divina o luz vudú, lo exonere. Con un espíritu dinámico, La misa de los suicidas orilla las espectralidades del infierno, las rémoras del pasado, el ardor de las imágenes y el grito, esa forma de supervivencia, como diría Bacon, que nunca retrocede.
La misa de los suicidas
Por Pablo Forcinito
Metalúcida
140 páginas, $ 1500