Reseña: La misa de los suicidas 2, de Pablo Forcinito
“El Jefazo fue claro. Teníamos que valernos de mi hijo. Martín. Debía apropiarme de su cuerpo”, dice el Chupado Gómez, en La misa de los suicidas 2, la novela de Pablo Forcinito, que continúa la trama de La misa de los suicidas luego del incendio de la iglesia de San Antonio Abad en el pueblo de Reyes.
El “Jefazo” es el Diablo y, una vez en posesión del cuerpo de su hijo, Gómez retoma su función de oscuro mesías, sanador y líder de una secta satanista. El Bien y el Mal, según su prédica, son “las dos mentiras de un dios sádico y egoísta al que nada le importan los padecimientos de sus fieles”. A cambio de sus favores, el Jefazo le exige que “cada dos lunaciones” induzca al suicidio a un habitante de Reyes.
Paralelamente se narra la historia de Olivia, la periodista que investigaba unas misteriosas desapariciones en el pueblo y que sobrevivió milagrosamente al incendio de la iglesia “sin la más mínima marca”. De regreso a Buenos Aires, la muchacha nota hechos extraños: su gata la rehúye y en su departamento reina una inexplicable baja temperatura. Además, sufre pesadillas y presiente que un espíritu maligno la acecha.
Forcinito se ajusta con convicción y pericia a los requerimientos de un género que nunca pierde vigencia. Le agrega sus propios ingredientes terroríficos y no se extiende más de lo necesario en el desarrollo del argumento. Seguramente los lectores que disfrutaron de La misa de los suicidas no se decepcionarán con esta segunda incursión en el universo de lo satánico cuyo final deja abierta la posibilidad de una tercera novela sobre el mismo tema.
La misa de los suicidas 2, de Pablo Forcinito (Metalúcida), 146 páginas / $ 12.500