Reseña: La melancolía de los perros, de Carolina Esses
Una atmósfera inquietante con personajes en penumbra
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La melancolía de los perros, de Carolina Esses (Buenos Aires, 1974), se divide en tres partes que marcan distintos espacios temporales en los que transcurre la acción: 1990, 2000 y 2010. El punto de partida de la novela es la desaparición de Eugenia, la hija de dieciséis años de Inés Correa, una psicopedagoga. Oscar, un empleado de la municipalidad que fue pareja de Inés y convivió con ellas hace tiempo, parece más preocupado que Correa por la desaparición de la chica. A ellos se le suman otros personajes.
Esses plantea una trama deliberadamente elusiva. Su propósito no es generar el suspenso típico de un thriller policial, sino obtener una textura narrativa adecuada en la que la psicología de los personajes se vaya develando a tientas, en porciones de penumbra, sin mostrar nunca demasiado ni explicar sus actitudes más desconcertantes, en especial la aparente indiferencia de la madre por el destino de su hija ausente.
Una década después Oscar se entera de que Eugenia se habría unido a una organización ecologista que tomó por asalto un barco cargado de plutonio en el sur de Chile. En su poder queda un cuaderno de la muchacha con anotaciones. Habrá que esperar hasta la parte final para buscar entender –mediante indicios fragmentarios como ciertas alusiones a la violencia política de la década de 1970, pero sin una revelación definitiva– las razones que guían las conductas. La melancolía de los perros logra instalar una atmósfera inquietante, que se consolida gracias a su economía y el sobrio delineamiento de los personajes.
La melancolía de los perros
Por Carolina Esses
Bajo la Luna
213 páginas $ 950