Reseña: La lengua de las abejas, de Ezequiel Badjer
Primero, los orígenes de sangre y fuego de la RAF, el grupo guerrillero alemán que operó en Europa entre los años setenta y noventa del siglo XX. Después, la comunicación performática de las abejas, configurada para indicar dónde está su alimento desde hace milenios. Por último, la historia de Leriano, Laureola y Persio tal como la escribió en Cárcel de amor el escritor español Diego de San Pedro en el siglo XV. ¿Qué une a estas tres historias simultáneas con las que Ezequiel Bajder (Buenos Aires, 1977) construye La lengua de las abejas? En principio, una apuesta a fondo por las virtudes de la forma, capaz de construir “una cárcel solo para ellos”, como ocurrió con los terroristas de la RAF, pero, esta vez, bajo el sentido de la literatura.
“Solo los poetas o los que practican la forma urbana de la guerrilla caen en las historias que creen inventar”, señala Bajder, cuya prosa entreteje lo que las palabras dicen, sugieren y podrían haber dicho. La premisa para que este mecanismo funcione es una idea precisa a partir de la cual las acciones que transcurren en un plano del relato solo se iluminan con el relampagueo que producen las acciones que transcurren en los otros. Sin embargo, el libro tiene menos de rompecabezas literario que de sutil manifiesto acerca del acto de escribir.
Entre la política y la literatura, lo que Bajder traza es un modo distinto, incluso provocador, de replantear el modo en que algo puede narrarse. En consecuencia, La lengua de las abejas es también una refinada maniobra de disidencia personal de lo que una novela suele ser (y hacer) frente al lenguaje.
La lengua de las abejas
Por Ezequiel Bajder
Cienvolando
112 páginas, $ 2500