Reseña: La jaula de los onas, de Carlos Gamerro
La literatura suele abrevar de al menos dos grandes fuentes: el malentendido y la obsesión. La primera implica la pérdida del control; la segunda, también. La jaula de los onas es producto del profundo interés que inspiró en Carlos Gamerro (Buenos Aires, 1962), el autor de Las islas, un increíble hecho real: la captura, traslado y exhibición de un grupo de onas –o selk’nam, como se denominaban a sí mismos– en la Exposición Universal de París de 1889, uno de esos eventos de los que pueden llegar a desovillarse infinidad de relatos.
La obsesión define el tono de La jaula de los onas, una rara avis dentro de los libros que tocan uno de los tópicos más visitados por la literatura argentina. Es también, a pesar de su aire decimonónico, una novela profundamente actual. Incluye, en forma de mosaico, múltiples formatos: la novela epistolar (ese primer capítulo que funciona como un cuento redondo es de lo mejor del libro), procesos judiciales, conversaciones entre exploradores históricos, el rito de iniciación hain y hasta un sainete desarrollado en un conventillo porteño. La obsesión también rige lo menos interesante: ahí donde el afán por incluir el más mínimo detalle de una investigación de años puede ir en detrimento de la trama, algo que se advierte en ciertos pasajes de la última parte.
La jaula de los onas es una novela sólida y creativa, que trasciende la mera anécdota y, por momentos, incluso la retuerce. No solo porque indaga en las posibilidades de esa verdadera odisea que asumió uno de los onas, Kalapakte (que tras vagar por varios países de Europa logró regresar a Tierra del Fuego, pese a que los “saberes” del momento ubicaban el hábitat de esos indios en Alaska), sino también por la manera en que narra, por ejemplo, el trío amoroso de Kalapakte sin resignar el protagonismo de muchos otros personajes. Por ejemplo, el Padre Beauvoir, director de una de las misiones salesianas, que “no decía dos palabras seguidas en lengua ona, pero compuso un diccionario y hasta una gramática”.
En esa paradoja se cifra el espíritu de esta historia que propone un giro original a partir de la clásica y célebre dicotomía argentina entre civilización y barbarie, que el propio Gamerro ya había trabajado a nivel teórico en su premiado ensayo Facundo o Martín Fierro, los libros que inventaron la Argentina. En estas páginas, se problematiza esa oposición con profundidad: “Son tan primitivos que no tienen jefes, todo lo discuten y lo deciden en común”.
La jaula de los onas da en el blanco al abordar el ser nacional –basta recordar uno de los últimos debates mediáticos de turno– a partir de su miembro fantasma (el “dedo de foca”, como lo llama la novela), con todo lo que eso significa y pesa en la historia argentina.
La jaula de los onas
Por Carlos Gamerro
Alfaguara
478 páginas, $ 1899