Reseña: La interlengua, de Monica Zwaig
Término ligado a la enseñanza de idiomas, “interlengua” alude a una zona intermedia, el territorio entre la lengua extranjera y la propia que el estudiante va construyendo durante el aprendizaje. En su última novela Monica Zwaig (Francia, 1981) toma el concepto y en cierto modo multiplica sus sentidos: Amanda, la protagonista de La interlengua, es una francesa radicada en la Argentina que en diciembre de 2022, mientras estudia italiano en el CUI, afronta las contradicciones del desarraigo y recorre una Buenos Aires enfervorizada por el Mundial de Fútbol.
Hija de argentinos instalados en Francia, Zwaig sabe de lo que habla a la hora de traducir –justamente– el padecimiento de su personaje. Porque Amanda, más allá de la ironía que permea su discurso (la voz narradora es la de la protagonista), padece la sensación continua del abismo. Si aquello de que “usted podrá saber lo que dijo, pero nunca lo que el otro escuchó” rige para todos los mortales, la conciencia de la profunda distancia que nos marca en tanto seres lingüísticos es mucho más cruda para quien va y viene entre lenguas, culturas, estilos de habitar –y nombrar– el mundo.
Las preocupaciones de Amanda recuerdan a las de Sylvia Molloy en Vivir entre lenguas, pero su modo de atravesarlas está despojado de cualquier referencia académica o teórica. Los giros del habla argentina se entretejen en una escritura, la de Zwaig, de por sí extrañada. La autora se permite maravillarse ante los misterios del habla humana, con pasajes deliciosos donde Amanda se pregunta por ciertas letras, determinados dichos, tal o cual sonoridad, o por el insondable hiato que cada tanto emerge entre lo que una lengua dice y otra no puede escuchar.
La interlengua
Por Mónica Zwaig
Blatt&Ríos
168 páginas, $ 7490