Reseña: La infancia del mundo, de Michel Nieva
En muchos casos, la literatura de ciencia ficción afila sus herramientas en la imaginación técnica para construir alegorías políticas que critiquen los aparatos de poder. Con esa tesitura, elabora mundos posibles. En La infancia del mundo, de Michel Nieva (Buenos Aires, 1988), el ejercicio del género pone por delante de manera subrayada la crítica a ciertos rasgos del capitalismo global contemporáneo como el cambio climático, la especulación financiera y la industria farmacéutica, el extractivismo, la gentrificación, e incluso la violencia infantil y la desigualdad social.
La expresión que encuentra este esquema político en la novela de Nieva ha sido descrita como “delirante”, pero más bien es heredera de la literatura pulp, el grotesco y el cine gore en una modulación que busca ser humorística. En La infancia del mundo corre el año 2272, la temperatura promedio del planeta es de 40°C y la geografía ha sufrido grandes cambios con el derretimiento de los cascos polares. Un proletario y mutante niño mosquito comienza una matanza en la pampeana Victorica, que se extiende en matanza humana general cuando descubre que su nacimiento es producto de un experimento corporativo sobre capas marginales de la sociedad con el fin de especular sobre el mercado de “virofinanzas”.
En paralelo, el Dulce, capo de la clase y devoto del videojuego Cristianos vs. Indios, se roba una misteriosa piedra en el mercado negro del Caribe Pampeano y toma contacto con La Gran Arcana (un ente milenario escondido en el Polo Sur). El encuentro final entre ambos personajes desata un caos universal más parecido al reseteo de una computadora que a un apocalipsis.
Quizá por la relativa complejidad del argumento (aunque, ¿qué calificativo quedaría para Pynchon?), tal vez para adelantarse a la posibilidad de un lector distraído o a causa de un simple descuido editorial, la novela de Nieva es agotadoramente repetitiva tanto de las acciones como de las razones que mueven a cada personaje. La explicación del mundo futuro prepondera sobre la elaboración de la trama, que muy rápido se vuelve una sucesión de asesinatos idénticos. Los aspectos de esa sociedad distópica tampoco resultan muy ocurrentes: la postulación improbable de que su protagonista no entienda las palabras “nieve”, “frío” e “invierno” porque nunca experimentó esos fenómenos es menos inverosímil que el hecho de que, en pleno siglo XXIII, acuda a consultarlas en un diccionario.
Entre una crítica social pegada a la agenda progresista global y un relato redundante que poco hace por eludir los estereotipos, La infancia del mundo no deja espacio para una ficción científica que sorprenda y ofrezca, como los mejores exponentes del género, una nueva experiencia a la imaginación.
La infancia del mundo
Por Michel Nieva
Anagrama
168 páginas, $ 4150