Reseña: La historia de Kurth, falsificador, de Daniel Schávelzon
“Le digo que falsificar es tan simple que es absurdo que no lo hagan todos”, afirma Kurth Walheimer en La historia de Kurth, falsificador. En este libro el arqueólogo e historiador Daniel Schávelzon recopila las memorias de Walheimer (un seudónimo), a quien entrevistó entre 2007 y 2010.
Este hombre nació en Alemania en 1930 o 1931, integró las Juventudes Hitlerianas y emigró a la Argentina en 1946. En un galpón del puerto de Buenos Aires, donde operaba un taller clandestino, aprendió los secretos del “oficio” y más adelante se independizó.
Schávelzon respeta el deseo de anonimato de su biografiado y se abstiene de brindar información acerca de su vida privada. A Kurth no le interesa ahondar demasiado en sus motivaciones (“No me importaba tanto ganar muchísimo dinero; la idea era el engaño, eso me causaba placer”) y se torna desafiante cuando trata de dar una justificación moral sobre sus actividades citando palabras de su mentor: “No robamos ni matamos ni violamos […] y si uno mira alrededor, la ciudad está llena de ladrones…”
Entre las falsificaciones que menciona figuran nombres como Picasso, De Chirico, Berni, Líbero Badíi, Figari, Torres García y Pettoruti. También muebles antiguos, objetos arqueológicos, vinos y estampillas.
En las partes dedicadas a explicar las herramientas y los materiales empleados en los trabajos de Walheimer, el texto se vuelve muy técnico, pero estos segmentos son compensados con anécdotas como la de un cuadro falsificado por él, que fue firmado por el pintor verdadero sin dudar de su autenticidad.
La historia de Kurth, falsificador
Por Daniel Schávelzon
Planeta
223 páginas, $ 9500