Reseña: La dificultad del fantasma, de Leila Guerriero
“Llegué aquí llena de zozobra (...), transida por el vacío que me había dejado el libro que había escrito, esa zona de oscuridad que cuesta dejar atrás”, confiesa Leila Guerriero en un tramo de La dificultad del fantasma. Truman Capote en la Costa Brava. Llega, en efecto, a Palamós, un pueblo de Cataluña, tras la pista de Truman Capote, que se refugió allí para redactar, lejos del ruido, parte de su abrumadora A sangre fría, obra fundacional de lo que se conoce como no-ficción o periodismo narrativo. El libro anterior de la autora, que dejó ese “vacío” al que alude, era La llamada, poco después consagrado en España como una muestra de “la mejor no-ficción literaria en lengua española”.
Guerriero va a la Costa Brava, pues, con un espíritu investigativo semejante al que en 1959 movió a Capote a instalarse en el pueblo de Kansas en el que, “a sangre fría”, dos sujetos habían exterminado a toda una familia. La autora, que se declara periodista y que, no obstante, desgrana un discurso afín a lo literario, se mueve entre los procedimientos de la entrevista y ese oficio que procura descubrir claves en una personalidad esquiva o, con frecuencia, en un bosque poblado de incógnitas. Con esos rasgos va perfilándose Palamós, donde no queda casi nada de Capote ni testigos de su mítica estancia en ese pueblo, en los años sesenta: apenas “ecos de un tiempo fósil sin autopsia posible”. Capote es un fantasma.
Pero para el versátil oficio de Guerriero ese “casi” es suficiente. Lo que transmite es una grata pieza narrativa intercalada de observaciones y datos, con paisajes sugerentes o personajes que parecen escapados de alguna nouvelle costumbrista, como Colomer, ese señor culto, dueño del hotel, que tuvo un acercamiento al escritor, o Conxita Samsó, descendiente de los dueños de una pastelería donde Truman “compraba whisky o pasteles para desayunar. Vino –añade la señora Samsó– a través de otro escritor que estaba aquí, Robert Ruark”. La recorrida inicial por el cementerio de Palamós bajo la lluvia, precisamente en procura de la lápida de Ruark, desliza sutilezas de una refinada narradora.
En algún punto, sobre todo en la obsesión por desentrañar las circunstancias de un suceso, Guerriero se identifica con la “cocina” de la celebridad que está rastreando; así, asocia el interés de Capote por los crímenes de Kansas con su propia vocación por esclarecer las muertes que en los noventa ensombrecieron al pueblo santacruceño de Las Heras y que ella investigó para Los suicidas del fin del mundo (2005). Y, también, esa inclinación a aplicar, en el ejercicio de la escritura, técnicas propias de la ficción en el tratamiento de hechos objetivos. Los cuales, por lo demás, experimentarán esa inefable transfiguración que solo logra la subjetividad de narradores genuinos.
La dificultad del fantasma
Por Leila Guerriero
Anagrama
133 páginas, $ 16.700
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