Reseña: "La Antártida del amor", de Sara Stridsberg
“Pienso que voy a dejar vuestro mundo en paz, pero, de pronto, ahí estoy, mirando otra vez a hurtadillas”, dice Inni (Kristina), la narradora de La Antártida del amor, novela de la escritora y dramaturga sueca Sara Stridsberg (Solna, 1972).
Esta muchacha fue violada y asesinada. Ya muerta, su voz fantasmal va contando su historia, y también habla de sus padres (Ivan y Raksha), de su esposo Shane y de los dos hijos que tuvo con él (Valle y Solveig).
El relato de Inni –el de un espíritu errante y omnipresente que atisba un vago Más Allá– a veces bordea el libre fluir de la conciencia e intenta transmitir sus percepciones desde una dimensión en la cual está sola “y el tiempo ya no existe y el espacio ha desaparecido”.
Un incidente traumático de su infancia fue la muerte de su hermano menor, Eskil, que se ahogó en un río a los cinco años, cuando ella tenía casi doce, y le dejó cierta culpa.
Otros pasajes se concentran en describir su adicción a la heroína (“Con el líquido encantado discurriendo dentro de mí desaparecía esa sensación de ser inferior e indigna, de ser solamente un insecto dañino que había que exterminar”). Inni compartía con Shane esta adicción que la llevó a prostituirse y a separarse de sus hijos: a Valle (Valentino), tres años mayor que su hermana, se lo quita “Asuntos Sociales”, y a Solveig la entrega ella misma a esa institución estatal, apenas nacida.
En el desarrollo de la narración se crea un contraste entre la atemporalidad de Inni y la progresiva sucesión de hechos –de los cuales Kristina es silenciosa testigo– que afectan tanto a sus padres como a sus hijos. Ivan y Raksha, que se habían separado, vuelven a juntarse por un tiempo. Valle y Solveig crecen en distintas familias de acogida sin saber que tienen un hermano hasta que Solveig se entera de la existencia de Valle y se produce el encuentro entre los dos.
A lo largo de la novela se reflexiona sobre cuánto intervienen la responsabilidad individual o una suerte de predestinación en el desencadenamiento de un suceso trágico o en el destino de las personas: “¿Por qué dejé que se metiera en el río? –se pregunta Inni al rememorar la muerte de Eskil–. Quizá lo dejé porque lo mismo daba que pasara enseguida, si de todos modos tenía que pasar más adelante.”
Una y otra vez la difunta muchacha repasa el momento de su asesinato y lo analiza bajo diferentes perspectivas. Esto produce un efecto de estancamiento en la novela, que se alarga demasiado, si bien mediante este recurso se sugiere el esfuerzo por asumir un postrero desprendimiento para llegar a una aceptación de la fragilidad de la vida que, vista desde la muerte, “parece un sueño extraño sin lógica”.
La Antártida del amor
Sara Stridsberg
Nórdica
Trad. Carmen Montes Cano
261 páginas
$ 29.500