Reseña: Interiores, de Juan Vitulli
Con una modulación lenta, como la de los que intentan hablar en una lengua que no es la suya, avanzan las historias de Interiores, segundo libro de cuentos de Juan Vitulli (Rosario, 1975). Se los puede dividir por territorios. Excepto “Uccello”, donde se entrevé un método narrativo emparentado con el de los site-specific y que está ambientado en el interior de una montaña mortífera, cuatro transcurren en ciudades chatas y heladas del Medio Oeste estadounidense (el autor reside en South Bend, Indiana, desde 2007). Los otros cuatro, en el desapacible conurbano rosarino. Además del contraste con escrituras que siguen una moda, en estos cuentos el efecto estético no hay que buscarlo fuera del texto, sino en la arquitectura verbal cuya unidad es la frase.
Los cuentos son extensos, casi sin diálogos; los personajes, artífices inmersos en mundos monótonos. En “Tres versiones de Eliseo Yáñez”, un ingeniero roba piezas insignificantes de los puentes que debe inspeccionar. “Los guardaba en el aparador bajo llave, un museo personal de suvenires que solo se exponían para su propio curador”, consigna el narrador. En “Ferocidad”, un grupo de osos enceguecidos por una peste se convierte en el pasatiempo violento de los habitantes de un pueblo.
“Interiores” está protagonizado por un uruguayo que pasa sus días en el refugio de una iglesia católica en Dayton. En un viaje en auto, ve desde otra perspectiva el interior de las casas de sus vecinos pudientes. Si bien son hermosas, le parece que “por dentro hubieran sido recientemente esterilizadas”. No es el caso de los relatos de Vitulli.
Interiores
Por Juan Vitulli
Beatriz Viterbo
236 páginas, $ 4750