Reseña: Impresiones de una directora de escuela, de Hebe Uhart
Con los años, Hebe Uhart (1936-2018) se convirtió en una autora de muchos libros: ahí están sus colecciones de crónicas, la totalidad de sus relatos en un volumen de casi 800 páginas, su variado puñado de novelas. Sus comienzos editoriales fueron más espaciados, aunque su tono –como refleja este volumen– ya estaba ahí desde el principio, desde ese cartel que, en las primeras líneas de “Genaro” anuncia: “Se venden toda clase de aves. Hay también aves de paraíso”.
Impresiones de una directora de escuela es una nueva disposición de sus relatos iniciales, que comenzaron con el temprano Dios, San Pedro y las almas (1962). Esta edición –al igual que en los Cuentos completos– lo subsume en un apartado llamado “Primeros cuentos”, donde aparecen otros del principio, y le suma El budín esponjoso (1976), la colección en que su estilo se muestra afincado de manera definitiva.
Los relatos de Uhart son de apariencia sencilla, se atienen a lo cotidiano (cómo hacer un budín, por ejemplo), a la observación, el registro de lo que se ve y se escucha, los objetos, lo supuestamente nimio. Pero ese deslizarse por la superficie de la vida va desplegando una manera de explorar el mundo en la que se destaca un sentido del humor sui generis y sutil, con toques de absurdo, como se refleja en “El señor Ludo” o “A propósito de un duelo”, entre los cuentos primerizos, o en “Un posible marido viejo”, entre los del posterior Un budín esponjoso, donde las tramas simples, pero insólitas, y el modo de hablar son protagonistas secretos de lo que se narra.
Impresiones de una directora de escuela
Por Hebe Uhart
Adriana Hidalgo
240 páginas, $ 17.000