Reseña: Ideas diversas, de César Aira
Hace ya muchos libros –en 2014–, César Aira (Coronel Pringles, 1945) publicó Continuación de ideas diversas. Diez años después, Ideas diversas recupera la misma tonalidad. Todo indicaría que el segundo título antecede a aquel otro y solo tardó más en salir de gateras, aunque algunos datos (como la mención de la muerte de Luis Chitarroni, ocurrida el año pasado) contradicen la supuesta paradoja.
El nuevo volumen, como el previo, reúne anotaciones que pasan, al estilo de un dietario, de tema en tema con la gracia ligera de un impromptu. Los libros narrativos de Aira –como revela él mismo– suelen partir de una “idea” que le permite emprender caminos inesperados, pero en este libro se trata menos de puntapiés para la deriva argumental que de reflexiones, muchas veces impregnadas de recuerdos. Así se suceden fragmentos sobre algún pintor (Monet, Picasso), lo bien que envejecen las fotos, la frase escuchada en un consultorio médico, sus hábitos de lector y muchas meditaciones sobre su oficio. Algunas preguntas (cómo hacían para leer las personas mayores antes de que existieran los anteojos, por ejemplo) tienen la deliberada inocencia de un chico, que es como decir un artista.
El lector que tenga a Aira como simple sinónimo de vanguardia tal vez se sorprenda de su recurrencia a los autores clásicos (aunque ya en Diario de la hepatitis, al enumerar a sus preferidos, todos añejos, la lista estaba encabezada por Balzac). Proust se lleva en Ideas diversas los mejores párrafos.
El estatus de la realidad es un hilo de seda que surca el libro. Aira llega a la conclusión de que los sueños no valen mucho ante la variedad de aquella. Pero, más adelante, concluye que no podría ser un escritor realista porque para eso hay que saber muchas cosas que le resultaría ingrato ir a averiguar. Situar novelas en Roma o la Grecia Antigua (como hizo en Fulgentius o Parménides) es una ventaja, porque lo obligan a “desnudar a los personajes de toda la chatarra material y psicológica” con la que se mueve en el día a día y ponerse a imaginar.
Aira es de esos autores que proponen a sus lectores –y a sus críticos– cómo ser leídos. También le gusta desbaratar, como ocurre en estas páginas, lo que él mismo convirtió en lugar común. Los procedimientos de Raymond Roussel –su elegido como precursor– son, se supone, una vieja mecánica para la inspiración. Ahora, piensa que bien mirado no tomó tanto de él, que incluso se oponen. El francés se prohibió lo autobiográfico y usaba la rima como catalizador creativo; él solo se alimenta para las ficciones, dice, de su propia vida y se dedica a inventar sin más. La fuga de Aira hacia adelante, como se ve, continúa: por esos sus libros, por breves que sean, son siempre novedosos.
Ideas diversas
Por César Aira
Blatt&Ríos
112 páginas, $ 16.900