Reseña: Haikus y kakis, de Masaoka Shiki
El arte del haiku –esa breve forma poética japonesa– tiene su trinidad clásica de autores: Matsuo Basho –el más clásico, el inaugural–, Yosa Buson y Kobayashi Issa. A esos tres se le suma, más cerca en el tiempo, Masaoka Shiki (1867-1902), que fue el revitalizador de un género que para entonces yacía esclerosado por el exceso de tradición.
La modernización de Shiki –como recuerda Andrés Sánchez Robayna en el prólogo de esta antología: Haikus y Kakis– coincidió con una época dinástica clave del mundo japonés, el fin de siglo XIX, cuando se abrió a Occidente. Gran estudioso del haiku, Shiki se propuso ampliar su campo de acción –el poeta apuntó a su exceso de restricciones– defendiendo una visión más amplia del lenguaje y de los temas.
Los poemas de Shiki entonces buscan percibir los elementos de la naturaleza “como partes de una íntima concordia de todo lo existente, un misterioso vínculo en que el ser humano nunca es el eje o la referencia central, sino una pieza, un elemento más de todos los que componen el mundo, a menudo representado por la naturaleza y sus componentes más humildes”, dice Robayna. Esos elementos ya estaban presentes en la era clásica, pero Shiki –que murió a los 34 años– los tensó al extremo, de manera iconoclasta. Por ejemplo, en esa serie en que aparece un molesto insecto cotidiano. “Maldita mosca,/cuando quiero matarla,/ ya no se acerca”. O: “Maté la mosca/ Un momento de paz/ dentro del cuarto”. O también, en la misma línea, pero cambiando de criatura: “Maté la araña./ Luego, en la noche fría/, qué soledad”.
Haikus y kakis
Por Masaoka Shiki
Galaxia Gutenberg. Trad.: Andrés Sánchez Robayna y Masafumi Yamamoto
164 páginas, $ 15.700