Reseña: Geografía de la oscuridad, de Katya Adaui
Fulguraciones intensas sobre conflictos irresueltos
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En los dieciséis cuentos que integran Geografía de la oscuridad, de la peruana Katya Adaui (Lima, 1977), predominan los conflictos irresueltos entre padres e hijos: un hijo que se prometió nunca parecerse a su padre, la relación de amor-odio entre una hija y su madre, la parálisis afectiva de una familia o la soledad de un hombre que se disfraza de Papá Noel para Navidad y se siente “padre de tantos hijos y de ninguno” son algunas de las situaciones elaboradas por estos relatos.
Adaui maneja un estilo impetuoso que recurre a conjuntos de frases breves (“Sangramos. El zumbido tenaz en los oídos. Esa noche es una marca”) para transmitir inmediatez narrativa, en la línea de cierta literatura latinoamericana actual. Esta urgencia –reforzada por la prescindencia de los guiones de diálogo– recuerda, en cierta forma, al Rimbaud de Una temporada en el infierno.
Los cuentos de Adaui privilegian la intensidad emocional por encima de la nitidez argumental. En muchos se aborda el tema de la muerte, el duelo inconcluso por la pérdida de un hijo o un padre, y la mortalidad como un elemento esencial de la condición humana: “El luto comienza antes que la muerte –afirma el narrador de ‘Nosotros los náufragos’–. Corro en duelo y la sombra de mi propia muerte me persigue”.
Los protagonistas de Geografía de la oscuridad nunca terminan de comunicarse entre sí, de expresar o de explicarse a sí mismos lo que realmente sienten. Habitan la zona de tiniebla existencial a la que parece aludir el título del libro.
Geografía de la oscuridad
Por Katya Adaui
Páginas de Espuma
118 páginas
$ 1290