Reseña: Filosofía profana, de Silvana Vignale
“Hay dos tipos de cosas: las que dejan al pensamiento tranquilo y las que fuerzan a pensar”. Esta frase, tomada de Gilles Deleuze, le permite a Silvana Vignale (Mendoza, 1978) presentar el objetivo principal de Filosofía profana. Hacia un pensamiento de lo no humano: dar lugar a una experiencia en la que el lector se sienta convocado a repensar nada menos que su propia humanidad.
Esa humanidad, en rigor, ha sido construida durante siglos a partir de matrices conceptuales que establecieron el valor indiscutible de la identidad personal, la superioridad de la razón por sobre la animalidad (tanto la propia, la asignada a las pasiones, al cuerpo, como la de los otros animales a los que su condición de irracionales los condenó a la subordinación) o la idea de un sujeto soberano habilitado para avasallar todo aquello que le haga frente.
No se trata –en palabras de la autora– de postular “un ser humano mejor del que somos”, sino de cuestionar la manera de autopercibirnos como humanos para dar curso a las fuerzas que nos permitan aumentar la potencia de actuar. Hay dos animales que juegan un papel clave en el libro: el caballo azotado al que se abraza Nietzsche antes de perder la lucidez, y el gato cuya mirada interpela a Jacques Derrida en uno de sus textos. No hay en esos casos un antagonismo humano-animal. Nietzsche sufre con el caballo desde su propia animalidad; el gato contempla desde su animalidad al otro animal –Derrida– que lo mira. Experiencias simples, aunque inquietantes, que nos permiten “alejarnos del sentido común y explorar nuevas formas de relación con el mundo”.
Filosofía profana
Por Silvana Vignale
Nido de Vacas
120 páginas, $1500