Reseña: Fantasmática del cuerpo, de Lygia Clarke y Hélio Oiticica
“Una carta es un pedazo de persona”, le adelanta Lygia Clark (1920-1988) a su amigo Hélio Oiticica (1937-1980) en una de las primeras cartas que estos dos grandes artistas plásticos brasileños intercambiaron durante más de una década. El retrato de un vínculo candente atestigua, a su vez, el cruce de dos trayectorias en plena consolidación. Lo prueban obras como “Bichos” y “Parangolé”, respectivamente. En la búsqueda de una nueva expansión y ateridos por el contexto marcial en su país, ambos se instalaron en ciudades como París y Londres, donde el mercado del arte los moviliza con la posibilidad de exhibir en grandes museos, la cercanía de coleccionistas y augurios de nuevas becas.
La correspondencia de Fantasmática del cuerpo. Cartas 1964-1974 constituye en sí misma un manifiesto, no solo vanguardista, sino de vida. Frente a las opresiones, materiales e institucionales, aquello que impulsa y genera valor es la ética de la acción. Ese torbellino los conecta con otros artistas brasileños, como los referentes del Tropicalismo o el cineasta Glauber Rocha.
Ambos perciben una falta de discusión en el circuito artístico: “Quiero que sigas rompiendo el orden. Basta de los tontos de esta Europa podrida”, le dice Hélio a Lygia. A su vez, se potencia una mirada alrededor del propio organismo como campo permeable de experimentación. Así lo describe ella: “Tuve experiencias dramáticas: veo una oscuridad y al hombre en el comienzo de las cosas, como un ser primitivo, captando su propio cuerpo, rompiéndolo, redescubriendo el gesto, el acto, el mundo como un planeta extraño y salvaje”.
Fantasmática del cuerpo
Por Lygia Clark y Hélio Oiticica
Caja Negra. Trad.: P. Orellana
244 págs./$ 4600