Reseña: Europa Automatiek, de Cristian Crusat
La realidad, en muchos casos, se convierte en el funeral de las ilusiones. Europa Automatiek, novela del español Cristian Crusat (Málaga, 1983), acompaña la rutina de un becario, siempre nómade y extranjero, que llega a Holanda en 2011 para trabajar como docente en un instituto de enseñanza secundaria. El planteo inicial augura una sincronía sumida en el tedio: la vida en una habitación de quince metros cuadrados con baño compartido, las horas detrás del televisor, el poco interés que genera en el alumnado aprender español, las investigaciones que hace en solitario.
El encuentro con Tajana, una antigua residente de su departamento, hija de refugiados croatas que escaparon de las guerras balcánicas, pone en el centro la intimidad y el desapego no solo en relación con los espacios personales y los vínculos, fundamentalmente amorosos, sino también como una manera de reflexionar sobre las ambiciones personales, lo que se espera de una generación y el contexto que ejerce presión.
“Aún tenía que adaptar mis ojos a esa ciudad que parecía una vitrina cuyos cristales estaban tan lustrosos que uno tropezaba a cada paso con las apariencias”, escribe Crusat, con la perspectiva de un ensayista, capaz de asociar la fuerte presencia de los automatiek o máquinas expendedoras en Holanda con una escritura autoficcional que recurre a miniaturas, fragmentos de citas y con el juego de sombras que se genera entre lo que se exhibe, lo que se resguarda y lo que se desea para armar o desarmar un mundo.
Europa Automatiek
Por Cristian Crusat
Sigilo
224 páginas. $ 980