Reseña: Estrella negra, de Mariana Docampo
El estado de revelación es también una de las formas de la literatura. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila supieron hacer de sus visiones perfectos poemas barrocos. En el siglo XIX Arthur Rimbaud, el gran renovador de la poesía francesa, decía en su famosa carta a Georges Izambard: “Quiero ser poeta, y me esfuerzo en volverme Vidente”. Héctor Viel Temperley, nuestro místico surrealista, repite en cada uno de los poemas de su libro Crawl (1982): “Vengo de comulgar y estoy en éxtasis”.
Estrella Negra, de Mariana Docampo (Buenos Aires, 1973), puede leerse en esa serie. La narración, particularísima, propone un viaje hacia los límites del lenguaje. Se trata de las experiencias místicas/visionarias de un personaje: “el cuerpo es pura piel”, dice, “el rostro se deforma como cuando se quita el pelaje, y cae la máscara de goma, con las cuencas vacías. Todo adentro son ojos, una pura mirada interna a la que llamaremos percepción.”
Lo que sigue es la descripción de una “Zona” donde todo está en suspenso: el tiempo, la materia; y se produce una sucesión de tránsitos. Hay descripciones de paisajes mentales, afirmaciones sobre la energía, las posibilidades de “movernos fuera del cuerpo”, de conocer un mundo al margen de la matriz convencional. La autora recoge figuras bíblicas: ángeles caídos, manantiales, la luz como metáfora del amor o la energía, el fuego, el sacrificio del cordero. En su primer libro, El molino (2007), la historia de una familia era atravesada por citas del Nuevo Testamento, sobre todo de San Juan, el más místico de los cuatro evangelistas. A esas resonancias, aquí, se suman otras, ligadas a las culturas orientales: un mono que es dios, los elefantes, el murciélago.
Docampo se propone la disolución de los elementos clásicos de la narración. Ya lo había hecho en V ( 2016) con la idea de personaje. Allí, la protagonista devenía una entidad múltiple. En Estrella Negra todas las formas de ese personaje –humano, animal, dios y esclavo– se repliegan, en este caso hacia sí. Son pocos los fragmentos en los que se narra de manera tradicional: está la muerte de una amiga, el recuerdo de un viaje, escenas de infancia. Es que frente al mundo insondable de lo interior, el verosímil realista se vuelve pura dificultad: “Si puedo referirme a lo real”, dice, “si me quieren escuchar hablar de lo real, voy a hacer el intento”. La autora elige el camino de lo inasible y el lenguaje se vuelve pura imagen, aproximación poética.
Como si se tratara de una novela total, en el sentido de las obras del siglo XIX, Estrella Negra busca abarcar el absoluto de una experiencia espiritual. Un libro bello y excéntrico –¿quién en pleno siglo XXI se propone una empresa así?– de una autora que viene construyendo una literatura que es solo fiel a sí misma.
Estrella Negra
Por Mariana Docampo
Leteo
125 páginas, $ 1200